martes, 26 de agosto de 2008

45. Zanahoria (sobre el linchamiento al Congreso)

“Todos son unos corruptos”, “nada camina”, “el peor momento en la historia en 14 años”, “depuremos al Congreso”, “préndanle gasolina”. Desde varios sectores parece orquestarse una campaña para hacer tronar el Organismo Legislativo y las consecuencias pueden ser graves para la democracia guatemalteca.

No voy a defender en esta columna a los diputados ¬–que en su gran mayoría son campeones en clientelismo político, en doblegarse ante intereses de financistas o de los poderes de facto de este país (legales e ilegales) y representantes de la mediocridad nacional-, pero quiero matizar algunas de las críticas irracionales, en especial desde sectores conservadores empresariales y en tribunas.

El Congreso en su conjunto es el reflejo del sistema político que hemos construido en 30 años, un reflejo de la poca capacidad como ciudadanos para construir partidos políticos independientes, institucionales y sin corrupción.

Dejemos por un lado las percepciones y miremos los hechos tangibles. El hecho de corrupción de los Q82 millones que apostó Meyer no es el peor escándalo en la historia reciente del Congreso. El programa Pacur, de Q600 millones para obras de diputados en las que escogían la obra, su precio y la empresa era muchísimo más grave. Cambiar una ley contra el crimen organizado reduciendo las penas a la mitad para los peores delitos fue mucho más grave. Alterar una ley recién aprobada cuando fue publicada en el diario ofiical fue peor. ¿Qué decir de diputados en el pleno acusados formalmente de narcotráfico o robo de gasolina? A su favor, los diputados aprobaron este semestre se aprobó el financiamiento para el Gobierno, la ley contra el feminicidio o la reforma sobre el ADN y la paternidad irresponsable; ha habido semestres en los que no se ha aprobado nada bueno.

Ciertamente no hay una agenda definida entre oposición y oficialismo, los diputados se mienten entre ellos, se meten zancadilla cuando pueden sacar leyes para recuperar dignidad, pero a los de la campaña anti-congreso se les olvida una ley muy simple: Ningún burro camina sólo a garrotazos. Es necesario también darle zanahorias.

Que hay que depurar el Congreso. Me opongo como ciudadano. Ahora aceptemos nuestra responsabilidad como votantes. Se renovó a más de la mitad de diputados en noviembre y ahora queremos echarlos a todos. Y si nos aburrimos de los próximos en 2 años, ¿a echarlos de nuevo? El siguiente paso va a ser deshacernos de lo poco que tenemos de Estado, para alegría neoliberal y de algunos megaempresarios y pena de los extremadamente pobres o los que no tienen para pagar una escuela o policía privada.

Los quince diputados que mueven el Congreso saben que sobre sus hombros está la responsabilidad. Pueden decidir una agenda de 5 leyes para septiembre. Por el bien del país, del Congreso. Acá van sugerencias: Ley de Acceso a la Información decente, Ley de Armas restrictiva, Petrocaribe y Modernización fiscal para combatir la evasión. Además, una ley que hicieron en México para fomentar el turismo interno y para que quienes trabajan en las ciudades puedan ver a su familia: hacer que todos los feriados se corran para caer en día lunes y así siempre haya un puente, que puede estimular la productividad y la economía.

Y, a los ciudadanos, no nos dejemos cegar por el ruido, porque después de que pase el linchamiento y nos despertemos, el dinosaurio va a seguir ahí.

martinpellecer@gmail.com

martes, 19 de agosto de 2008

44. Corruptos (EEGSA)

“No estoy de acuerdo con ese impuesto, entonces no lo pago”. Qué de a non. La Empresa Eléctrica (EEGSA) –de la gigante Iberdrola, TPS Ultramar y Electricidad de Portugal- se resiste a cobrar una nueva tarifa, más baja, como le ordenó la Comisión Nacional de Energía. Y además hace campaña internacional contra el Estado de Guatemala.

Esos millones que dejará de recibir el fisco para escuelas, hospitales o carreteras por el capricho de la EEGSA son tan importantes como los Q82 millones que se robaron de las arcas públicas el empresario Raúl Girón y el equipo del diputado Eduardo Meyer (UNE). Sin embargo, en las sobremesas de los guatemaltecos, estos dos robos son tratados de manera distinta. Una es corrupción de políticos y otra presión del sector privado.

Los neoliberales están convocando para unas manifestaciones “por la libertad” en contra de la tibia reforma fiscal que impulsa el Gobierno. “No más impuestos, no más corrupción”, es el lema. ¿Protestarán por la corrupción de los empresarios o las multinacionales como ésta?

Da cólera ver cómo politiqueros manchan a la política (que es instrumento para cambiar las vidas de los más necesitados), o la institución legislativa; pero me parece increíble cómo salen siempre en caballo blanco otros corruptos o corruptores, parte del sector privado, como ahora la EEGSA de Iberdrola o aquel finquero de café que no pagó Q80 millones al fisco y está muy campante con su dignidad de ciudadano no hay autorización legal para publicar el nombre de los defraudadores.

La EEGSA es una compañía muy rentable, que compó una empresa estatal en una privatización que la deja con el monopolio y no tiene que competir –como sí compiten, por ejemplo, las telefónicas (aunque también se presten al negocio del robo de celulares porque nunca desactivan los móviles denunciados)-, por lo que es lógico que si es un monopolio, el Estado la regule. Qué bien que políticos, técnicos y medios se unan para obligarla a facturar. Y tiene que pagar los impuestos que ha dejado de pagar estos días.

En Guatemala el debate fiscal es como una culebra que se come la cola. “Si roba o si me los sube, no pago impuestos”, reza la máxima populista, que ahora se da el lujo de hacer hasta una multinacional de renombre.

Creo que estamos limitados en el debate. Si bien nadie quiere pagar impuestos sabiendo que se van a robar una parte, tampoco es justo que unos paguen y otros evadan. Casi todos estamos conscientes que es con impuestos que tiene que financiarse un sistema de justicia, escuelas para todos, salud para todos, infraestructura, vivienda para los más necesitados y protección del medio ambiente.

Así que por qué no ponemos peras con peras y manzanas con manzanas. En una canasta, la fiscalización, al sector público y al sector privado; para que nadie se robe fondos públicos y para que nadie deje de pagar impuestos. Y en otra canasta discutimos una reforma fiscal, en la que paguemos todos, pero paguen más los que tienen más.

PS. Desde acá quiero solidarizarme con Amílcar Pop, de la Asociación de Abogados Mayas, por el atentado que sufrió en momentos en los que defiende los intereses de los ciudadanos de San Juan Sacatepéquez en el conflicto con la cementera.
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martes, 12 de agosto de 2008

43. Nuestras favelas

Policías que corren al mediodía, con armas desenfundadas, tras un extorsionador; niños, mujeres y ancianos que lo ven natural; disparos, algún herido en forma accidental; ausencia total del Estado y de la dignidad. No es una escena de la película Tropa de Élite, en los asentamientos (las favelas) de Río de Janeiro, es Ciudad Guatemala, año 2008, en una descripción de Mirja Valdez, en elPeriódico (chapeau).

Las casas están hacinadas: una sola cama para la madre trabajadora, el padre (cuando hay) y cuatro hijos. Una escuela para cinco mil niños; las maras acechan; el narcotráfico coquetea; pega duro la inflación, y migrar parece la alternativa.

Del otro lado de la ciudad, la clase media trabajamos, derrochamos, disfrutamos; no pedimos facturas o damos el mínimo esfuerzo a cambio de que no se metan con nosotros; no confrontamos las injusticias o el racismo; compramos radios robados en el mercado La Presidenta, mercadería contrabandeada en la Sexta; nos quejamos del Gobierno, de la inseguridad o de que toque más impuestos “para regalar el pisto en ese programa que dizque traerá más niños a las escuelas”. Es el programa que ha dado más resultados en América Latina, para mantener la escolaridad y revivir las economías.

Ciertamente, los barrancos o la periferia de la ciudad quedan “tan lejos” del resto, casi como Gaza de Israel. Nos recordamos cuando de pronto hay asaltos, cuando no se puede caminar de noche, cuando es un martirio ir en bus, cuando le echamos tres candados a la puerta y nos encomendamos para que no nos pase nada.

Exigimos al gobierno de Colom que baje la inseguridad, pero no le exigimos que invierta en nuestras favelas, con escuelas, salud y empleos, pues ahí sí que no llega la mano del mercado. Tampoco le exigimos a la Municipalidad arzuista que sea ella la que invierta allí, en vez de arreglar arriates en la parte linda de la ciudad. ¿Y la ciudadanía? Cuántas vidas no cambiarían si los barrios de clase media “apadrinaran” a niños de nuestras favelas, para que vayan a la escuela y tengan un futuro. Me da vergüenza esperar de brazos cruzados a que se consigan padrinos europeos o gringos.

De verdad que somos miopes. Medellín sí apostó por invertir en sus favelas. Redujeron los asesinatos a 300 en ocho meses —¡10 por ciento de lo que tenemos acá!—. Lo logró el alcalde Fajardo en tres años, con bibliotecas, parques, cultura, educación e inversión social. Lula anunció este año una inversión millonaria en las favelas de Río. “Con salud, educación y trabajo le vamos a arrebatar esos niños a las mafias”, dijo Lula en ese momento. ¿Nosotros, guatemaltecos, vamos a regalarle esos millones de niños a la desesperanza, el narcotráfico y las maras?

La parte de trabajo puede ser incentivada con la legalización de terrenos, como propone el peruano Hernando de Soto, para que los vecinos sean propietarios y puedan pedir créditos.

La egoísta clase alta no da para soñar con cambiar el país, pero ¿qué hay de los seis millones de guatemaltecos de la clase media? ¿Cuándo vamos a darnos cuenta de que no basta con asegurar nuestro futuro económicamente? Para tener vidas saludables, seguras y plenas tenemos que hacer mucho más para ayudar a los siete millones de pobres que trabajan o quisieran trabajar para no ser pobres.

O bien podemos seguir trabajando, disfrutando de los centros comerciales y el cable en la tele, comprando carro nuevo cuando se puede o apretarnos el cincho mientras otros quisieran tener cincho que apretarse, y no se nos olvide, podemos echarle para toda la vida tres candados a la puerta.

martinpellecer@gmail.com

martes, 5 de agosto de 2008

42. Nación deprimida

Colombia y México quieren hacer una troika para coordinar el combate al narcotráfico en la región y escogen a República Dominicana; Brasil quiere expandir su Unión de Naciones del Sur y prefiere a las Guyanas; EEUU hace una iniciativa de biocombustibles y prefiere a El Salvador.

Pareciéramos como las adolescentes que no se arreglan o no se sienten guapas y no las sacan a bailar en la fiesta; o a los adolescentes a quienes les dicen que no por el mismo motivo; o a los niños o niñas a los que escogen de último en los equipos de fut para la chamusca porque no se muestran seguros de sí mismos.

Así como las personas sufren depresión y falta de autoestima, las naciones también. Sí, van a venir a decir los neoliberales que sólo existen los individuos y no los grupos, pero la nación es una construcción que hacemos todos cuando nos sentimos parte de ella. Es una construcción política que hacen los Estados (o intentan sin lograrlo) para cohesionar a su población y legitimar su existencia.

Uno de los lamentos más comunes en Guatemala es “es que si tan sólo tuviéramos la identidad y el orgullo por nuestro país como los mexicanos o los salvadoreños…”. Y no es que ellos la tengan –como los franceses, estadounidenses, brasileños, chinos, colombianos y la mitad del mundo- porque es algo “cultural” o genético. Las naciones –aunque usan elementos culturales e históricos reales o inventados- son construcciones (no es algo natural en ningún país) y el Estado de Guatemala ha fallado en esta construcción, que excluía a la mitad de los ahora ciudadanos (los indígenas), como fallaron en Bolivia, Ecuador, Bélgica, España o Canadá para el mismo propósito.

Una parte clave para construir la nación es la historia y los héroes, que hacen sentir a los ciudadanos que son depositarios de una tradición. A diferencia de las naciones que sí lograron construir ese sentimiento, cuando un guatemalteco piensa en héroes nacionales, a duras penas se tiene una imagen (muy lejana y ajena) de Tecún Umán, Pedro de Alvarado, Atanasio Tzul, Justo Rufino Barrios y, algunos, a Arévalo y Árbenz.

No es que nos inventemos héroes en la historia, pero es necesario leer la historia. Saber que tuvimos próceres que eran una vanguardia latinoamericana y mundial como José Cecilio del Valle, o brillantes como los unionistas de los años 20, o jóvenes en los setenta con propuestas innovadoras, o quienes lograron firmar la paz y terminar la guerra. No siempre hemos estado “mal” o hemos sido patito feo en América Latina.

Hablaba con uno de los más agudos politólogos del país y coincidíamos con una de la razones por las que Colombia y México han podido soportar la guerra contra su Estado por parte del narcotráfico es un fuerte sentimiento de nación, que legitima la lucha estatal.

No es algo anacrónico construir naciones ahora. La mayor parte de países de Europa del Este lo hacen; Ecuador y Bolivia lo están haciendo. Y no es baladí. Guatemala podría empezar a hacerlo con una nación intercultural que nos una. Podría servir para combatir el racismo, cohesionarnos entre diferentes y que nuestros hijos y nietos puedan tenderse más la mano entre guatemaltecos, tengan más autoestima nacional y sean más felices y optimistas que nosotros.

PS. Quiero hacer un reconocimiento a los Bomberos Voluntarios desde acá. Hace un mes, en Antigua, mostraron su profesionalismo al atender a un turista que tenía problemas de presión alta sin discriminarlo por no ser nacional. Estuvieron impecables. Gracias por hacerlo sentir a uno orgulloso como guatemalteco.
martinpellecer@gmail.com