lunes, 27 de octubre de 2008

54. Tras un año de escribir columnas

Hace 54 semanas, poco más de un año, empecé a escribir esta columna (Wachik’aj, que quiere decir Soñar algo en kiché). Ha pasado mucho en un año.

Hace un año nos debatíamos entre la peste y el cólera para la segunda vuelta electoral. Al final ganó la peste y el Gobierno de Álvaro Colom está resultando ser menos serio y más mediocre de lo que parecía, pero también buena parte de la derecha empresarial y algunos medios de comunicación se encargaron de enterrar cualquier esperanza o cualquier margen de acción administrativa en menos de una quincena.

Ha sido un año de predicar optimismo en un país en el que sólo es noticioso lo malo que hacen unos 5 mil guatemaltecos, y no el trabajo diario de millones de guatemaltecos responsables, que luchan por un futuro mejor para ellos y sus hijos. Y esta imagen reflejada en las páginas es reproducidas en las conversaciones (ciertamente también en las bolsas casi vacías de la mitad de guatemaltecos) y hace que creamos que vamos rumbo al precipicio.

No he tenido en mi vida de adulto joven un trabajo súper optimista (analizar la política guatemalteca e investigar corrupción dura) y he podido oler lo podrido que está el poder en este país (La última gracia fue saber que balearon la sede de la AEU en Petén, la AEU que fue una de las fuentes para la investigación de Prensa Libre sobre el robo de parte del lago Petén Itzá por “empresarios” y del diputado Baldizón, que debería ser el más interesado en protegerlos).

Pero bueno, a pesar de tanta vaina y tantos gritos pesimistas que auguran apocalipsis (una mentira repetida mil veces se vuelve verdad), estoy seguro de que en Guatemala del año 2008 se puede ser optimista. Como me decía un empresario (un gran empresario agroexportador cuya familia empezó desde un lustrador de zapatos), en Guatemala hay tanto por hacer, tanto por mejorar, tantas vidas por cambiar, tanto, que Guatemala es ciertamente el país de las oportunidades. Quisiera yo que parte de la élite económica (y algunos vecinos editoriales míos) dejaran de quejarse por cualquier reforma en este país o por tener un poquitito menos.

Este año he intentado trasmitir que el problema de todo no son los políticos –aunque son ciertamente unos mediocres en su mayoría-, sino que el problema lo tenemos los ciudadanos, especialmente los líderes, los que tienen más capacidades económicas y académicas para incidir y predicar con el ejemplo, la clase media.

He intentado recordarnos que no estamos jodidos porque “una tormenta mala” o “el demonio” se apoderó del país, sino por un montón de decisiones erradas en los últimos 50 años, por un montón de injusticias, de explotaciones laborales, de racismo, de abandono de la educación y la salud y la justicia social. He intentado recordar a la generación en el poder (económico, político, de ONGs, religioso, militar) que no están dando el giro de timón que necesitamos.

He intentado recordar que Guatemala no es una isla, o no debe serla, y que el mundo nos exige responsabilidades.

Pero lo mejor de esta experiencia de un año han sido los centenares de correos que he recibido de ustedes, lectores. Ha sido una de las experiencias más fascinantes de mi vida por eso. Por las críticas durísimas cuando no he sustentado algo o me he dejado llevar por lo apasionado que estoy por Guatemala. O los aplausos y abrazos por compartir visiones. Aunque no haya podido responder todos los correos, gracias. Y finalmente, a los que les toca padecer lo que escribo conmigo. Gracias por creer en mí.

lunes, 20 de octubre de 2008

53. Nuestro 20 de octubre (sobre el aniversario de la Revolución)

El 20 de octubre de hace más de 60 años para un guatemalteco de 25. Educación y salud gratis, respetar derechos de los trabajadores, mejorar la distribución de la tierra, construir una nación en la que cupiéramos indígenas y mestizos, combinar capitalismo con bienestar social, construir ciudadanos, modernizar el país.

Educación pública gratuita sólo para el 13% de los adolescentes, la menor tasa de inversión en salud en América Latina, nunca respetar los derechos de los trabajadores para ser más ser más competitivos, mantener que el 2% de la población tenga el 75% de la tierra cultivable pero respetar la propiedad privada, ser un país racista pero no hacer problema de eso, aborrecer todo lo social o estatal que pueda tener la economía, mantener dos tipos de ciudadanía, modernizar lentamente y a distintas velocidades el país.

¿Preferir el primer párrafo de las ideas de la Revolución en Guatemala es ser un marxista trasnochado censurable? ¿Y preferir el segundo párrafo de la Contrarrevolución y la democracia conservadora es ser moral y decente? A mí hay algo que no me cuadra.

Todos los países que van más encaminados que Guatemala el desarrollo, o a una mayor velocidad mejor dicho, pasaron por revoluciones o reformas consistentes de estructuras injustas. Prefiero las reformas profundas que las revoluciones radicales, y la Revolución del 20 de octubre era más bien una reforma profunda y consistente. “Es que nos iba a llevar a ser otra Cuba”, vocifera la derecha. “O tal vez otra Costa Rica”, me gusta responder y recordarle que los pasos de reforma eran casi iguales.

Desde 1954 hasta 1996 estaba prácticamente prohibido recordar con nostalgia a la Revolución del 20 de octubre. Mi generación es la primera en cuatro décadas que lo puede hacer. Y está totalmente ignorante y pobre de sueños o de pensar que puede ayudar a los que no pueden solos. Qué decir de reformar el sistema en Guatemala. A lo más que llegamos es al cliché de “hay que encarcelar a los políticos”. Como si el poder real de decisión estuviera en este país en la política y no en la economía. Aunque los políticos son responsables de que esto se mantenga al permitir ser corrompidos. Son muy responsables.

Después de haber estado 15 semanas en el país uno casi se contagia del pesimismo. Sobretodo al escuchar a los cincuentones y su visión del país, esos que nos repitieron como loros que la Revolución era demasiado buena para este país, que este país no está preparado para ser un país justo, de todos, que estamos condenados a ser una isla y tenemos que buscar el desarrollo por caminos más brutos, como los del segundo párrafo.

En 1978, muchos jóvenes veinteañeros intentaron sacar a patadas a sus cincuentones por dejarles un país que les daba vergüenza. Intentaron lo mismo en Francia, EEUU, México, Praga, América del Sur. En algunos lares lo lograron y ahora son países más justos y en desarrollo. Acá los cincuentones mataron a todos los jóvenes que protestaron, como Oliverio Castañeda y 50 mil desaparecidos en una matanza que empezó un día como ayer hace 30 años.

El esfuerzo de esos jóvenes al menos logró que hoy podamos veinteañeros como yo –muy pocos todavía- reflexionar sobre esa revolución de Nuestro 20 de octubre. La historia nos va a pedir cuentas dentro de 30 años si repetimos como loros que esas ideas son demasiado vanguardistas o anacrónicas para este país o si más bien son mera decencia.

martinpellecer@gmail.com

martes, 14 de octubre de 2008

52. Mantequilla (sobre el pesimismo)

Uno de nuestros mayores obstáculos como país es el pesimismo. Que si un juez dicta una sentencia de asco todo el sistema judicial no funciona. Que si se encarece el petróleo y las materias primas, la economía se quiebra, que si se abarata el petróleo y las materias primas, las exportaciones se quiebran, todo siempre es lo peor que puede pasar.

Me resisto a creer que en las instancias de apelación no habrá un juez digno que mande al ex presidente Portillo a prisión preventiva por el riesgo de fuga (cuatro años escondiéndose en México hasta que terminaba el interminable “debido proceso” para su extradición lo hace evidente). Y el fraude al Estado es imposible de esconder bajo la alfombra. Si los jueces tuvieron amnesia y lo olvidaron, los invito a recordarlo en el magistral artículo que escribió Claudia Méndez en elPeriódico (http://www.elperiodico.com.gt/es/20081012/domingo/74899/) sobre la declaración del corruptazo Llort en contra de Portillo en EEUU. Es impresionante cómo los estadounidenses no colaboran en la justicia guatemalteca. Ojalá esté equivocado.

Si en Costa Rica, si en Nicaragua, si en Ecuador, si en tantos países similares al nuestro, con sistemas de justicia tan lentos y precarios como el nuestro, han llegado a condenarse a ex gobernantes corruptos, ¿por qué nosotros no? Es una cuestión de decisiones de personas. Pareciera como si nuestro destino manifiesto fuera deslizarnos, como sobre mantequilla ligeramente inclinada, hacia el despeñadero. Es casi contagioso el pesimismo en nuestro país. Es chic, es una patología en el imaginario.

Otro de los canales de esa mantequilla es la economía. Yo no sé si es realmente tan pesimista la situación o es sólo de la vocería del empresariado. Es que cuando subieron los precios del petróleo (de manera especulativa, realmente una vaina), la situación pintaba oscurísima. Subió también el precio del hierro, por ejemplo, y se complicaba de manera apocalíptica el panorama. El precio del café estaba alto o del azúcar, pero ahí nadie hablaba de lo bueno, sólo de lo malo. Ahora bajan los precios de todo a niveles del año pasado y sólo nos enfocamos en lo malo que es que baje el precio del café. ¿No les parece algo cínico?

Que hay recesión en EEUU y las remesas no crecerán tanto… bueno, en vez de crecer 17 por ciento este año, crecerán 6, que no está mal. EEUU es un socio comercial clave (40 por ciento de nuestras compra-ventas) pero Centroamérica, Europa y Asia han ido creciendo en los últimos cinco años a un ritmo respetable. Podríamos abrir relaciones con China continental y dinamizar las inversiones y el comercio, y pedir desde ya nuestro ingreso en el UNASUR y así multiplicar nuestro comercio con Suramérica. Podríamos también, más que poner banderas centroamericanas en todas las instituciones públicas, dar pasos concretos para darle poder al Parlacen y caminar hacia una moneda única centroamericana, que sí fortalecería nuestras economías.

Los diputados de la Comisión de Finanzas podrían también desmarcarse del cliché de “decir no” y dejar de decirle que sí a todo lo que les dice parte de la cúpula empresarial (como la Cámara del Agro) que después los vilipendia. Podrían entonces aprobar el impuesto del ISO para financiar al Estado y el presupuesto. Son representantes de todos los ciudadanos en esas curules. Es impresionante cómo la Gana o la Bancada Guatemala que apoyaron el IETAAP ahora se opongan. Qué inconsistencia.

En fin, lo que falta es una vuelta de tuerca. Empezar a ver el vaso medio lleno porque no tenemos más destino manifiesto que ser felices.
martinpellecer@gmail.com

lunes, 6 de octubre de 2008

51. Guerra contra el narcotráfico

Guerra narco

Ahora pareciera una ecuación que si aumentamos 5 mil soldados, vamos a poder enfrentarnos al narcotráfico, y pareciera indiscutible que el narco se asentó en el país por la reducción del Ejército durante el gobierno Berger-Stein. “Y no ver eso es cuestión de fanatismo ideológico”. Estoy en desacuerdo.
El narcotráfico que se empezó a instalar en el país desde los años noventa tuvo como cómplices a muchos militares dentro y fuera del Ejército –así como a muchos políticos y muchos empresarios-. Si no, no habría sido tan exitoso. El Gobierno portillista-eferregista les abrió las puertas de par en par y el de la Gana no hizo mucho para combatirlo; pasaron 10 meses sin un solo kilo de coca incautado.

El presidente Colom ha repetido una mentira desde la campaña (que dicha mil veces se convierte en verdad), que es que el gobierno anterior le dejó las puertas abiertas al narcotráfico “al quitar bases militares y reducir el Ejército”. Pero con o sin Ejército más amplio, el narcotráfico ya campeaba como quería por el país. ¡Incluso tenían una pista de aterrizaje para narcos en la base militar de Zacapa hace tres años!
Hay militares que ya deben haber sido cooptados por el narcotráfico. Una guerra militar contra el narcotráfico es muy arriesgada, porque puede terminar corrompiendo a todo el Ejército, por pequeño o grande que sea. México y Colombia se han enfrentado al narcotráfico con Estados más sólidos y más grandes. Colombia ha ido ganando esa “guerra”. México no parece ganarla. Los Estados mexicano y colombiano tienen además un detalle que a nosotros nos falta: tienen una nación (una identidad nacional) que los legitima; nosotros todavía no.

Mientras EEUU siga con su hipocresía de demandar cocaína desde sus ciudadanos pero prohibirla con sus leyes, tenemos que hacer la guerra al narcotráfico en Guatemala y Mesoamérica. Y es impostergable la guerra contra ese mal que corrompe más aún a nuestra sociedad y dinamita nuestras instituciones democráticas.
La guerra tiene que ser nacional y tiene que incluir al Ejército, a la Policía, al Estado y a la sociedad, porque a todos nos jode el narcotráfico. Pero las prioridades deben de ser distintas. No podemos empezar una guerra a la loca con un Estado en trapos de cucaracha. Esto va a convertirse en más matazinga y sin resultados.

El primer paso, en cambio, debe ser el combate al enriquecimiento ilícito, al financiamiento de los narcos. Y con esto no me refiero a ver que los políticos no se roben dinero público, es a fiscalizar el lavado de dinero privado, que es como se disfrazan los narcos y otros corruptos. Esa ley es indispensable. El segundo paso es empezar a quitarles las armas (otra ley y su aplicación) y el tercero es perseguir a los capos en coordinación con EEUU, Colombia y México.

Un cuarto paso, clave, es sacar a los narcos de la política y por eso es urgente transparentar el financiamiento electoral, para que dejen de poner a alcaldes y diputados títeres. Un quinto, es una reforma fiscal y una del servicio civil para empezar a modernizar a nuestro Estado. Después, cómo no, podemos llamar a nuestro Ejército para que defienda la soberanía de Guatemala. ¿No les parece más prudente?

PD. El sector privado organizado asegura que han sido despedidos 200 mil trabajadores y no se contratará a nadie en 2009. Nadie duda que estamos pasando tiempos difíciles, pero pueden ser un poco exagerados. ¿Qué tal si le muestran al Ministerio de Trabajo las 200 mil indemnizaciones que pagaron?

martinpellecer@gmail.com