lunes, 29 de octubre de 2007

Elegir entre la peste y el cólera

http://www.prensalibre.com/pl/2007/octubre/30/186389.html

“Los que no han decidido por quién votar son demasiado lúcidos, y se dan cuenta de que la oferta electoral es de muy baja calidad. Escuché decir que se escoge entre la peste y el cólera”. Edelberto Torres-Rivas, uno de los pensadores más agudos de nuestro país, resumía así el 26 de julio lo que sentimos la mayoría de guatemaltecos, a los que no nos convencen ni Pérez Molina ni Colom para liderar nuestro Estado.

Creo que Colom es una buena persona, con buenas intenciones, pero no me gusta ni su forma de hacer política ni su partido. Es más, me estalla su falta de carácter para resistir los periodicazos, me decepciona como sus “ideales socialdemócratas” se van por el caño cuando teme que esto le va a restar votos (nada de impuestos ni condones ni reformas), me decepciona que haya dejado ir a José Carlos Marroquín, me decepciona que su partido en el Congreso sea un flan, que su esposa le dispute el liderato en el partido, que su partido tenga vínculos con los militares de La Cofradía…

Pero me gustaría hacer un repaso de Pérez Molina. Cuando estuvo en Quiché, hubo al menos una masacre comprobada. El 1 de diciembre de 1982, en Sumal Chiquito, 23 campesinos fueron asesinados (REHMI). Pérez Molina fue uno de los fundadores de El Sindicato en el Ejército, un grupo que disputó el poder y cuyos miembros tienen fuertes vínculos con el crimen organizado y fueron parte de la cúpula militar en tiempos de Portillo, como él habría sido si no le hubiera vetado Ríos Montt.

Llegó a ser director de Inteligencia con Serrano en los noventa. Sabe bien no soltar una palabra más de la que debe, calcular hasta el más mínimo detalle y tener sangre fría a la hora de sacrificar posiciones o personas por objetivos, o a la inversa. A pesar de describirse como paladín del freno a Serrano, su vicepresidenciable Castillo fue de los ministros de Serrano que no renunciaron cuando pasó el autogolpe.

Fue nombrado jefe del Estado Mayor Presidencial de Ramiro de León y fungió, de facto, como un co-presidente, que pudo colocar a su gente de confianza en Gobernación y la Policía. El resultado: los niveles más altos de secuestros en la historia del país (más de mil anuales) y los niveles más altos de robo de carros.

Además de la ya conocida desaparición de Q19 millones días antes de dar el gobierno a Arzú en 1996, salió a luz en elPeriódico otra denuncia pública por la desaparición de Q18 millones en el Ejército en 2004, lo que he escuchado de funcionarios de este gobierno que fue uno de los motivos que lo enfrentó con el presidente Berger. José Alfredo Cabrera Alarcón, su mano derecha en finanzas, aparece involucrado, como en 1996. De lucha contra la corrupción no puede presumir. Tampoco Colom, que recibió dinero del corruptazo Abadío.

La cúpula de la Gana sabe que Pérez había propuesto a un narco como candidato a diputado por Izabal en 2003, hasta que Berger se lo recriminó. Él aseguró que no sabía que era narco. Por favor, todo el mundo sabe. De anti-FRG que presumió al salir del Gobierno: su PP votó por el FRG para presidir el Congreso, ahora negocia con Ríos Montt, intentó que se mantuviera Carlos de León como Fiscal General…

Eso se queda pequeño al recordar que no tiene propuestas concretas, que no le importó la ley electoral y empezó a hacer campaña anticipadamente, que fue acusado de estar detrás de los asesinatos de pilotos y su asesor Klugmann no pudo negar que sí prestaba servicios profesionales a un partido en el país. Y bajo ninguna excusa podría haber obtenido de dinero limpio los más de Q150 millones que ha gastado en campaña (Berger, con el apoyo de toda la oligarquía, gastó Q98 millones en 2003).

En el Congreso, la diputada Baldetti es muy buena para fiscalizar, pero en el oficialismo no lo podría hacer; Oliverio García tiene mucha experiencia y liderazgo, pero no es del PP, sino del ex PSN; tendrá en el gabinete a personas muy valiosas como Castillo Sinibaldi y Francisco Beltranena, aunque no comparto sus fórmulas ideológicas para sacar adelante al país. Igual creo que terminaremos viendo compra de votos y clientelismo para sacar leyes…

Colom tendría un gobierno mediocre, pero Pérez uno que profundice la violencia, las desigualdades sociales y nos aisle de la comunidad internacional. Espero equivocarme.

lunes, 22 de octubre de 2007

¿Es Guatemala el problema y Centroamérica la solución?

http://www.prensalibre.com/pl/2007/octubre/23/185768.html

Creo que perdí la cuenta y no sé si son 14,321 ó 14,342 las veces que en este decenio se ha inaugurado la apertura de aduanas entre Guatemala, El Salvador, Honduras y Nicaragua. Olvidé las cantidad de firmas de acuerdos en los que pareciéramos hasta regocijarnos de la ausencia de Costa Rica.

Desde los acuerdos de Esquipulas en los 80, en los que Guatemala lideró junto a Costa Rica los esfuerzos de paz en Centroamérica, hemos olvidado esta asociación estratégica. Todas las integraciones necesitan de ejes entre los países con mayor peso económico y político: Alemania y Francia se asociaron para liderar la construcción de Europa, Brasil y Argentina lo intentan en el Sur o Tailandia e Indonesia en el Sureste asiático.

Especialmente durante los últimos 10 años, políticos, empresarios y periodistas (me incluyo entre ellos) hemos creído ciegamente que para construir Centroamérica tenemos que fortalecer el eje Guatemala-El Salvador. El avance: visa única para el CA-4, pero los CA-4 sumamos 4.5 millones de turistas al año y Costa Rica sola recibe a casi 2 millones.

Guatemala tiene que dejar de pensar en El Salvador como el aliado para la integración y voltear a ver hacia Costa Rica; sí, la “arrogante”, “separatista” y envidiable Costa Rica. Los gobiernos salvadoreños de ARENA se llenan de palabrerío, pero en la mesa los presidentes están atados y don Tony Saca siempre tiene que consultar con su CACIF cada palabra que firmará. Esto junto a sus discursos anti-guatematecos. Una asociación Guatemala-Costa Rica para la región sería tonta de rechazar para el resto.

Centroamérica necesita de su democracia “bonita” tica y de su economía grande guatemalteca (somos la novena economía latinoamericana) para construirse. Si no, es como que Alemania se hubiera enfocado en Holanda para construir Europa y obviado a Francia. Claro, seguiremos lejos de poder traducir esa economía “poderosa” en más peso político mientras nuestra carga fiscal siga siendo la más baja de América Latina –11 por ciento respecto al tamaño de la economía- y esto mantenga debilísimo al gobierno guatemalteco en su propio territorio. Esto lo sabe Costa Rica.

Guatemala tiene que ganarse de nuevo a punta de financiamiento e inteligencia el liderazgo centroamericano. Aunque tenemos que solucionar mil problemas internos, podríamos aprender de la propuesta exitosísima de José Ortega y Gasset: “España es el problema y Europa, la solución”. ¿Son quizás Guatemala, Honduras o Nicaragua el problema y Centroamérica la solución?

Claro, primero debemos convencernos nosotros de para qué queremos construir Centroamérica. Primer punto, la sinergia económica. Separados somos un fracaso económico y social, y juntas, Guatemala, Costa Rica, El Salvador, Panamá, Honduras y Nicaragua sumamos 38 millones de personas, y si agregamos a República Dominicana, 47 millones; un espacio económico que sería superado sólo por México y Brasil en América Latina. ¿Se imaginan lo que esto significaría para los productos guatemaltecos? Y unidos políticamente se escucharía cada vez que somatamos la mesa en el continente.

La identidad centroamericana es geográfica y romántica. Pero la riqueza cultural que tenemos, de latinos (no ladinos), mestizos, mayas, garífunas, caribeños y occidentales no la tiene nadie en este planeta. Construir en este pedacito del mundo un espacio de libertades, desarrollo y armonía entre culturas distintas puede ser una meta fascinante.

El secretario iberoamericano Enrique Iglesias recordaba en una reunión de intelectuales en Madrid el “ADN integracionista” de la región: “En los años 50 (con la Revolución de Octubre), Centroamérica fue la primera en plantear la integración regional en la CEPAL; en los años 80, a pesar de las brutales guerras, acudieron al espíritu regional para firmar las paces; y ahora, en este siglo, con la apertura hacia fuera (TLC con EEUU y acuerdo con la UE), tienen una nueva oportunidad para integrarse”.

Sí, estamos en un momento clave tras 10 años de paz regional y no ser más una amenaza para el mundo: podríamos, callada la boca, trabajar para unirnos y vivir mejor.

martes, 16 de octubre de 2007

País de derecha, y derecha inocente

http://www.prensalibre.com/pl/2007/octubre/16/185142.html

El 9 de septiembre los guatemaltecos mandamos dos mensajes al mundo y a nosotros mismos. El primero, que a pesar de los fantasmas de fraude y la violencia, Guatemala se sube al tren de democracias legítimas para sus ciudadanos. Participamos en un 60 por ciento, a pesar de que no había riesgos como el regreso de Ríos Montt (2003) o ilusiones como el retorno a la democracia (1986). La participación aún mayor de jóvenes e indígenas permite soñar que vamos en la ruta correcta, aunque por detrás del promedio latinoamericano del 70 por ciento de participación.

El otro mensaje es que somos un país de mayoría de derecha, y de derecha que no ahonda en el análisis de sus candidatos. Definamos a la derecha como la de los conservadores, los tradicionalistas, que se preocupan más por el desarrollo individual que por la igualdad, guardianes de la moral y fieles creyentes en que el país se desarrollará económicamente dando incentivos a los empresarios. Totalmente legítima y necesaria para cualquier democracia, pero que, seguramente, por sí sola nunca nos llevará al desarrollo ni a la modernidad.

Los candidatos de la derecha ideológica –PP, Gana, Casa y Unionista– lograron convencer al 51.11 por ciento de ciudadanos. Los agrupo, porque la mayoría de sus votantes tenían como primera y segunda opción a dos de estos cuatro. Lo que no me explico es cómo los dos partidos con discursos más vacíos (PP y Casa) han vencido en sus “duelos directos” a los otros con propuestas con un poco más de contenido (Gana y Unionista).

En materia económica y social, el PP no propuso nada diferente a la Gana, y ésta última contaba con mejor equipo y programa. Y creer que en el país funcionará la mano dura que no ha funcionado en ningún país democrático, es de reír o llorar. Pero, bueno, a 200 mil (seis por ciento) votantes les ha convencido más la cancioncita y la excelente campaña publicitaria que hizo el PP (multimillonaria, de fondos dudosos y anticipada a lo que decía la ley) que la de Gana.

El voto por Suger es el que más me sorprende, porque, a pesar de su radicalismo irresponsable, logró convencer a los votantes jóvenes del centro ideológico o sin ideología. De sus electores, la mayoría puso atención a que era inteligente y preparado y que querían mandar el mensaje de elegir a un candidato lejano a la política tradicional, pero ninguno recordó que fue el que menos sabía de las estadísticas del país (ni cuántos ministerios hay) o que proponía quitar el Impuesto Sobre la Renta, que representa el 24 por ciento de los ingresos fiscales del Estado.

Y nada que decir sobre utilizar partidos electoreros alquilados o la idea magnífica de unir al Ejército de Guatemala con la Policía Nacional Civil, para “salvarla”. ¿De qué? ¿De militares narcotraficantes o de militares asesinos de civiles? Porque no creo que le hubiera alcanzado con los militares profesionales que aman al país. En fin, un voto inteligente, de cliché.

Con eso no digo que el proyecto caudillista de Arzú –que copió propuestas interesantes como remesa escolar o el seguro médico nacional– sea una opción para el país, mientras no se institucionalice y abra su dirigencia a mestizos e indígenas o a mujeres y jóvenes y deje de ser exclusiva de criollos, urbanos, neoliberales y cincuentones (con alguno rescatable).

Esto no quiere decir tampoco que las opciones de centro (UNE) sean la solución, ni mucho menos. Lastimosamente no se ha logrado una opción de centroizquierda que convenza a una buena parte de los guatemaltecos. Pero de eso escribiremos otro día en Wachik’aj. Pero los electores guatemaltecos no nos hemos dado cuenta de que una democracia sin izquierda moderna o sin una derecha moderna va a ser siempre una mesa paticoja y no logrará nunca solucionar los problemas estructurales del país.

En suma, estas elecciones han refrendado que somos un país con una mayoría de derecha conservadora. Pero, más aún, de una derecha inocente políticamente, que se decanta por las opciones más vacías y peligrosas de su repertorio.

Soñar algo

http://www.prensalibre.com/pl/2007/octubre/09/184562.html

Hola. Soy Martín Rodríguez, un guatemalteco de 24 años, con muchas ganas de compartir con usted cómo veo nuestro país y nuestro continente desde esta columna. Fui periodista del grupo Política y Poderes de Prensa Libre hasta la semana pasada, tras casi siete años. Me licencié en Relaciones Internacionales, y ahora me encuentro en Madrid cursando una maestría en Estudios Latinoamericanos, con una beca de la Fundación Carolina.

En estos casi siete años he empezado a entender a Guatemala, sus premodernidades, sus sueños, sus realidades... a las que los periodistas tenemos muchos más puertas abiertas. Empecé reporteando sobre las cartas de los lectores en Línea Directa, pegué las noticias enviadas por los corresponsales desde la provincia, serví capuchinos en la Redacción, hice el trabajo invisible y menos complejo en investigaciones, y después de un par de años llegué a la sección de Política para seguir aprendiendo. Allí cubrí el Ministerio de Relaciones Exteriores, la Vicepresidencia y el Congreso desde el 2006.

Entonces descubrí, junto a una compañera, que el Programa de Apoyo Comunitario Urbano y Rural (Pacur) fue un asunto de compra de votos a cambio de obras por Q600 millones, lo que logramos demostrar y detener, y por esto recibimos el tercer lugar del Premio Latinoamericano de Periodismo Investigativo, de Transparencia Internacional.
He investigado sobre la pista de aterrizaje en el chalé de Ríos Montt, construida con maquinaria estatal; sobre cómo grandes empresas dejan de pagar impuestos disfrazadas de maquilas; sobre cómo tres diputados se fueron a París con una carta falsificada; sobre cómo querían aprobar una ley contra el crimen organizado, al reducir penas a criminales; o sobre cómo el presidente Berger quería comprar helicópteros para el Ejército a un financista, a pesar de la oposición técnica de la Fuerza Aérea.

Han sido siete años apasionantes en los que me han permitido contarles emociones como la elección entre Guatemala y Venezuela para el Consejo de Seguridad de la ONU, o intentar analizar la política nacional y entrevistar a candidatos o expertos o corruptos con las preguntas que cualquier ciudadano podría haber querido hacer.

Me ha tocado representar al país en seis becas competidas con el resto de América Latina o el mundo, en seminarios en Alemania, Estados Unidos y Gran Bretaña, donde uno deja de llamarse Martín o Rodríguez y se llama Guatemala, y tiene que demostrar por qué nuestro país vale la pena en el mundo, por qué somos únicos y tenemos magia, y por qué esta tierra ha dado hijos que son premios Nobel, inventores, poetas, científicos y trabajadores que se fajan para mantener al país a flote. Hijos que, después de tres décadas de matarnos, logramos sentarnos a la mesa y firmar los acuerdos de paz más ambiciosos del mundo.

No hubiera podido hacer nada de esto sin los que creyeron en mí antes de que escribiera mi primera línea o quienes tuvieron la paciencia para compartirme ideas o agendas, o quienes en casa me apoyaban y entusiasmaban tras mis artículos, o quienes como fuentes anónimas confiaron en mí para destapar escándalos. A todos, gracias.
Creo en un país justo, encauzado en una lucha contra el racismo. Creo en un país moderno, no sólo con Internet inalámbrico o teléfonos celulares para uno de cada dos guatemaltecos, sino moderno en el que todos los ciudadanos vean al otro como ciudadano, con obligaciones y derechos. Creo en un país que sea luz en el continente, que sea puente, que muestre cómo pueden vivir y crecer en armonía culturas diferentes.

El nombre de esta columna es Wachik’aj, que quiere decir soñar algo, en k’iche’, porque sueño con una Guatemala intercultural, sin tabús como que lo maya es sólo para los mayas o para los de extrema izquierda o para los extranjeros. Y sueño con aportar a construir la guatemalidad, que entiendo como la mezcla entre lo occidental y lo maya.

Ahora empiezo esta etapa de mi vida como columnista. Desde acá, en la moderna Madrid, ex capital de imperio, y con esta carrera y compañeros de todo el continente, espero descubrir y entender a Guatemala desde una perspectiva iberoamericana y compartirla con usted. Salú, por la vida.