www.prensalibre.com
Kosovo se independiza de Serbia gracias a EEUU y los grandes de Europa. Serbia enfurece. Queman embajada estadounidense en Belgrado y la policía no hace nada. Rusia amenaza. Miedo a secesiones.
Kosovo existe como país desde hace diez días porque lucharon por ello sus ciudadanos, fueron víctimas de genocidio por parte de Serbia, son defendidos militarmente por 16 mil soldados de EEUU y Europa que cuidan sus frontera de serbios nacionalistas y necesitan ayuda millonaria para levantar un Estado inexistente, pobre y dominado por las mafias.
Existen 192 Estados en la Organización de las Naciones Unidas. En el mundo hay más de 600 grupos lingüísticos y más de 5 mil grupos étnicos. Por lo menos 72 pueblos demandan ser un Estado por la vía civil y otras docenas por la vía armada. Los recursos naturales e industriales no están distribuidos para que cada grupo étnico sea viables. Todos los Estados, a excepción de Islandia y las dos Coreas, son multiétnicos. Hay Estados racistas que reprimen a sus minorías (Guatemala lo ha hecho siempre, ahora menos). Hay Estados que son dizque uniculturales (Guatemala), hay Estados multiculturales, hay Estados interculturales. Hay un mundo de colores y culturas que pensó que lo mejor era dividirse en fronteras y ahora las fronteras no son barrera para Internet, para Coca Cola, para los migrantes, para el narcotráfico y tantas vidas. Pero no encontramos todavía la fórmula para construir futuros entre humanos de colores y culturas distintas.
Turquía, que aspira a independizar la parte “turca” de Chipre, que mantiene ocupada en confrontación con la otra parte griega, reconoció en un santiamén a Kosovo, pero tiene una ofensiva brutal contra los kurdos que reclaman independencia en el Oriente de sus territorios y en Irak. Rusia, que ahora amenaza con llevar a su ejército para “proteger a Serbia” de EEUU y Europa, no dudó en matar a guerrilleros independentistas que habían ocupado una escuela en 2004 en Beslán con el “efecto colateral” de masacrar a cientos de niños tomados como rehenes.
Otros lo llevan mejor: Suiza, Bélgica, Paraguay. Canadá acordó con su provincia francófona Québec llevarlo a las urnas. Los separatistas perdieron, por segunda ocasión por menos del 2 por ciento y ahora se aguantan. En Irlanda del Norte los católicos republicanos y los protestantes unionistas no lograron vencerse y ahora, después de matarse durante décadas, hacen gobierno juntos.
Kosovo tiene el derecho a ser independiente. Como muchos. Pero si el mundo estuviera dividido no por Estados políticos sino por Estados étnicos o religiosos o lingüísticos –muchos de los cuales se formaron a partir de movimientos políticos- estaríamos enviando un mensaje en contra de la posibilidad de convivencia armónica y enriquecedora entre culturas, razas y religiones, dándonos por vencido.
Guatemala es un Estado multicultural de indígenas, mestizos, “más blancos”, negros y de otros que no son ninguno de los anteriores. Tenemos una historia racista con mucha sangre derramada, exclusión y sueños enterrados.
¿Qué tal si le damos una lección al mundo de que se puede construir un país intercultural en el que nuestros niños aprendan español, un idioma maya, inglés y portugués en las escuelas? Un Estado en el que no sólo nos respetemos mientras no nos veamos sino que lideremos una lucha global contra el racismo y a favor de la armonía entre culturas. Quizás podríamos aportar a este mundo que está atontado y no entiende nada de Kosovo.
martinpellecer@gmail.com
lunes, 25 de febrero de 2008
martes, 19 de febrero de 2008
Sin más asesinos
http://www.prensalibre.com/pl/2008/febrero/19/220807.html
Queremos leerles un co- municado imposible de postergar e imprescindible para la tranquilidad de la Nación. El título es Manifiesto sobre la Renuncia a Asesinar.
“Después de que 143 diputados al Congreso de la República tuvieran a bien restituir la figura del indulto presidencial para que se pueda aplicar la pena de muerte, nosotros, señores jefes de carteles del narcotráfico, mareros, sicarios, asesinos pasionales, asesinos por enojos por un bocinazo o una mala cara o por pasarnos de copas, asesinos por placer o por encargo de los cuerpos paralelos de seguridad, nosotros, desde el próximo lunes (porque tenemos que despedirnos de nuestras familias) nos vamos de Guatemala porque se aplicará la pena de muerte.
No hemos decidido aún si nos mudamos a Costa Rica, Alemania, Suiza, Suecia o Uruguay, tomando en cuenta que allá no hay pena de muerte.
Es que nos orinamos del miedo, estamos apenadísimos. Justo eso era lo que necesitábamos para ser parte de los millón y medio de connacionales que han abandonado el país. Esto a pesar de lo fácil que es conseguir armas en el mercado porque no hay controles y a pesar de lo fácil que es librarnos de estar cerca de una condena porque la Ley de Amparo nos protege. Y a pesar de lo corrupto de los jueces o porque menos del 2 por ciento de los crímenes llegan a sentencia. No, a pesar de estar en riesgo de muerte todos los días, con esto de la pena de muerte, no hay quien pueda trabajar en el negocio de los asesinatos”.
Bravo. Lo lograron. Los matones guatemaltecos deben ser distintos de los del resto del mundo, porque no hay ninguna prueba, en la historia, que demuestre que la pena de muerte es un disuasivo. En Canadá la abolieron en 1975, y los asesinatos disminuyeron. En Nigeria, desde que la aplicaron, subieron. En EE. UU., en los estados en los que se aplica hay más índices de asesinatos, al igual que en América Latina. Ningún asesino, que haya decidido matar, va a dejar de hacerlo porque pueden enjuiciarlo y sentenciarlo a la pena de muerte, especialmente en Guatemala.
Lo que tenemos que hacer como sociedad, como país, es evitar que conciudadanos nuestros lleguen a estar en esa condición emocional, ética, psicológica, social de pensar en quitarle la vida a otro ser humano por dinero o por pelearse por el control de una calle o porque le provocaron inseguridad al hacerle una mala cara, o para hacer justicia, o por cualquier motivo que no sea defensa propia.
No es que me ponga a defender a unos angelitos. Después de ser vencidos en juicios —que de igual manera en nuestro sistema no es una fiabilidad del cien por cien—, esos asesinos, violadores y demás merecen pasar el resto de su vida tras las rejas. Y el Estado tiene que asegurar que no se escapen y se les trate con las condiciones mínimas como humanos. No podemos combatir al mal con el mal. Es un debate en el mundo. Parecemos una isla vecina de la Luna.
Lo más triste es que los 143 diputados —quiero mostrar mis respetos a la diputada Nineth Montenegro, que fue la única valiente de pedir reflexión sobre el tema— que ya “hicieron caso del clamor popular” por la pena de muerte, ahora se olvidarán de las que sí son soluciones reales para disminuir la criminalidad o agilizar los procesos en los tribunales.
Soluciones reales: reforma fiscal a efecto de que haya recursos para invertir en las áreas más pobres en las que hay más criminalidad, en dar oportunidades de educación y permitir oportunidades de trabajo; reforma al Código Civil, para que más fiscales y jueces y policías y funcionarios sean profesionales probos y el Estado funcione más; reforma a la Ley de Amparo, para que los abogados que se fajan tratando de encarcelar a los asesinos no se topen con excusas formales; la Ley de Armas y Municiones, para que no sea tan fácil conseguir un arma. Hay tantas cosas importantes, más que restablecer un indulto, para conseguir que mueran menos guatemaltecos y que los guatemaltecos que viven vivan mejor.
Los momentos de crisis son como una puerta abierta, una oportunidad. O sirven para tomar decisiones que busquen resolver los problemas de fondo o para tomar decisiones que no sirven para nada más que para llenarnos la boca de palabrería y recibir aplausos. Los diputados decidieron lo segundo. Bravo.
Queremos leerles un co- municado imposible de postergar e imprescindible para la tranquilidad de la Nación. El título es Manifiesto sobre la Renuncia a Asesinar.
“Después de que 143 diputados al Congreso de la República tuvieran a bien restituir la figura del indulto presidencial para que se pueda aplicar la pena de muerte, nosotros, señores jefes de carteles del narcotráfico, mareros, sicarios, asesinos pasionales, asesinos por enojos por un bocinazo o una mala cara o por pasarnos de copas, asesinos por placer o por encargo de los cuerpos paralelos de seguridad, nosotros, desde el próximo lunes (porque tenemos que despedirnos de nuestras familias) nos vamos de Guatemala porque se aplicará la pena de muerte.
No hemos decidido aún si nos mudamos a Costa Rica, Alemania, Suiza, Suecia o Uruguay, tomando en cuenta que allá no hay pena de muerte.
Es que nos orinamos del miedo, estamos apenadísimos. Justo eso era lo que necesitábamos para ser parte de los millón y medio de connacionales que han abandonado el país. Esto a pesar de lo fácil que es conseguir armas en el mercado porque no hay controles y a pesar de lo fácil que es librarnos de estar cerca de una condena porque la Ley de Amparo nos protege. Y a pesar de lo corrupto de los jueces o porque menos del 2 por ciento de los crímenes llegan a sentencia. No, a pesar de estar en riesgo de muerte todos los días, con esto de la pena de muerte, no hay quien pueda trabajar en el negocio de los asesinatos”.
Bravo. Lo lograron. Los matones guatemaltecos deben ser distintos de los del resto del mundo, porque no hay ninguna prueba, en la historia, que demuestre que la pena de muerte es un disuasivo. En Canadá la abolieron en 1975, y los asesinatos disminuyeron. En Nigeria, desde que la aplicaron, subieron. En EE. UU., en los estados en los que se aplica hay más índices de asesinatos, al igual que en América Latina. Ningún asesino, que haya decidido matar, va a dejar de hacerlo porque pueden enjuiciarlo y sentenciarlo a la pena de muerte, especialmente en Guatemala.
Lo que tenemos que hacer como sociedad, como país, es evitar que conciudadanos nuestros lleguen a estar en esa condición emocional, ética, psicológica, social de pensar en quitarle la vida a otro ser humano por dinero o por pelearse por el control de una calle o porque le provocaron inseguridad al hacerle una mala cara, o para hacer justicia, o por cualquier motivo que no sea defensa propia.
No es que me ponga a defender a unos angelitos. Después de ser vencidos en juicios —que de igual manera en nuestro sistema no es una fiabilidad del cien por cien—, esos asesinos, violadores y demás merecen pasar el resto de su vida tras las rejas. Y el Estado tiene que asegurar que no se escapen y se les trate con las condiciones mínimas como humanos. No podemos combatir al mal con el mal. Es un debate en el mundo. Parecemos una isla vecina de la Luna.
Lo más triste es que los 143 diputados —quiero mostrar mis respetos a la diputada Nineth Montenegro, que fue la única valiente de pedir reflexión sobre el tema— que ya “hicieron caso del clamor popular” por la pena de muerte, ahora se olvidarán de las que sí son soluciones reales para disminuir la criminalidad o agilizar los procesos en los tribunales.
Soluciones reales: reforma fiscal a efecto de que haya recursos para invertir en las áreas más pobres en las que hay más criminalidad, en dar oportunidades de educación y permitir oportunidades de trabajo; reforma al Código Civil, para que más fiscales y jueces y policías y funcionarios sean profesionales probos y el Estado funcione más; reforma a la Ley de Amparo, para que los abogados que se fajan tratando de encarcelar a los asesinos no se topen con excusas formales; la Ley de Armas y Municiones, para que no sea tan fácil conseguir un arma. Hay tantas cosas importantes, más que restablecer un indulto, para conseguir que mueran menos guatemaltecos y que los guatemaltecos que viven vivan mejor.
Los momentos de crisis son como una puerta abierta, una oportunidad. O sirven para tomar decisiones que busquen resolver los problemas de fondo o para tomar decisiones que no sirven para nada más que para llenarnos la boca de palabrería y recibir aplausos. Los diputados decidieron lo segundo. Bravo.
martes, 12 de febrero de 2008
Valientes, actores
http://www.prensalibre.com/pl/2008/febrero/12/218352.html
Que no metemos duro la pierna en futbol, que agachamos la cabeza, que nos callamos y salimos corriendo. Creo que deberíamos empezar a cambiar nuestra visión sobre nuestra valentía en momentos de crisis.
No es tampoco que seamos Supermán, pero quisiera ver cuántos habitantes del mundo se levantan a trabajar atravesando calles con mareros; pilotos que, para dar de comer a sus hijos, tienen que manejar autobuses en esta ciudad; empresarios que invierten y cuidan a sus trabajadores, a pesar de que el mercado “pida lo contrario”; quienes se meten a políticos o burócratas, a pesar de poner en juego su prestigio; extranjeros que hacen propias nuestras luchas; testigos de masacres que 20 años después se atreven a seguir denunciando a los genocidas.
No nos lo recuerda nadie, pero los guatemaltecos tenemos de verdad coraje. Vivir en nuestro país de la impunidad y la esperanza, construir, producir, invertir, trabajar, ahorrar, soñar en Guatemala es tarea de valientes.
Decir esto después de una semana como la que pasamos en la que los mafiosos nos dejaron sin respirar, con el cobarde asesinato de 11 pilotos, puede sonar a ridículo para muchos, con razón atemorizados. Pero bien podemos ser valientes, porque no tenemos otra opción. Y de la valentía pasiva podemos pasar a la acción. De ser valientes, a actores, de acción.
Los sicarios que usan los mafiosos no son un invento de ellos. La táctica de matar a pilotos de bus tampoco. Colombia fue el país en el que se empezaron a utilizar los sicarios de motocicleta, y se aplicaron medidas temporales para combatirlos. Por ejemplo, no podían ir dos hombres en una misma motocicleta, pues por lo general el que asesina va sentado atrás, y siempre (no recuerdo algo distinto) es hombre. Otra idea fue que cada motociclista utilizase un chaleco fosforescente con el número de su placa en grande, y la Policía detiene a quien no lo lleve puesto, para evitar que escape tan fácilmente.
Tenemos otras herramientas. Una es la Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala (Cicig). La tenemos ahí, y exactamente esa es su función. Investigar y desmantelar estructuras paralelas. Obviamente que esta masacre de pilotos es provocada por grupos paralelos para desestabilizar al país y al Gobierno. No puedo creer que algunos activistas de derechos humanos critiquen que se piense en pedirle a la Cicig que actúe, “porque no se fortalece al Ministerio Público”.
Y el Ministerio de Gobernación tiene las armas legales para infiltrar a las mafias, para comprar información. Y los diputados pueden modernizar la Ley de Armas y Municiones, para restringir su uso y crear una dirección de armas que sea civil y esté bajo el Ministerio de Gobernación, no como ahora —en el Ejército—.
No es que el Gobierno sea un chambón y no tenga “un plan de seguridad integral”. No estoy seguro de que lo tenga, pero ¿en qué plan de seguridad se puede detener una masacre de pilotos en tres días, como lo que acaba de pasar en un país con un Estado en trapos de cucaracha? Lección número uno, el problema no se resuelve con un cambio de gobierno; es del Estado, del país. Hacen falta recursos (humanos y financieros; sí, financieros) y voluntad política, que necesita de apoyos políticos. Por favor, oposiciones, este no es el momento para criticar, sino para aportar y fiscalizar.
Esto, para el corto plazo. Para el mediano, educación, arte y empleo. Tenemos que quitarle a la mafia su materia prima; algunos jóvenes —porque la mayoría son jóvenes trabajadores— que viven en la pobreza en áreas marginales de la capital. ¿Cómo se los quitamos? “Metiéndolos a todos en la cárcel o matándolos a todos”, responderían los conservadores que son cínicos. Pues no. La respuesta más eficiente, demostrada en Colombia también, es que se pueden rescatar con arte, con cultura, con bibliotecas, con mejores escuelas en las calles, en los barrios marginales. En Bogotá redujo la violencia a 25 por ciento. En Medellín, también. Ellos son los primeros que han sufrido por el crimen organizado y llevan 20 años pensando y experimentando cómo combatirlo. ¿Qué tal si aprendemos de sus errores y aciertos? ¿Y qué tal si, además, imaginamos nuestras propias soluciones más creativas? Después de todo, somos unos valientes.
Que no metemos duro la pierna en futbol, que agachamos la cabeza, que nos callamos y salimos corriendo. Creo que deberíamos empezar a cambiar nuestra visión sobre nuestra valentía en momentos de crisis.
No es tampoco que seamos Supermán, pero quisiera ver cuántos habitantes del mundo se levantan a trabajar atravesando calles con mareros; pilotos que, para dar de comer a sus hijos, tienen que manejar autobuses en esta ciudad; empresarios que invierten y cuidan a sus trabajadores, a pesar de que el mercado “pida lo contrario”; quienes se meten a políticos o burócratas, a pesar de poner en juego su prestigio; extranjeros que hacen propias nuestras luchas; testigos de masacres que 20 años después se atreven a seguir denunciando a los genocidas.
No nos lo recuerda nadie, pero los guatemaltecos tenemos de verdad coraje. Vivir en nuestro país de la impunidad y la esperanza, construir, producir, invertir, trabajar, ahorrar, soñar en Guatemala es tarea de valientes.
Decir esto después de una semana como la que pasamos en la que los mafiosos nos dejaron sin respirar, con el cobarde asesinato de 11 pilotos, puede sonar a ridículo para muchos, con razón atemorizados. Pero bien podemos ser valientes, porque no tenemos otra opción. Y de la valentía pasiva podemos pasar a la acción. De ser valientes, a actores, de acción.
Los sicarios que usan los mafiosos no son un invento de ellos. La táctica de matar a pilotos de bus tampoco. Colombia fue el país en el que se empezaron a utilizar los sicarios de motocicleta, y se aplicaron medidas temporales para combatirlos. Por ejemplo, no podían ir dos hombres en una misma motocicleta, pues por lo general el que asesina va sentado atrás, y siempre (no recuerdo algo distinto) es hombre. Otra idea fue que cada motociclista utilizase un chaleco fosforescente con el número de su placa en grande, y la Policía detiene a quien no lo lleve puesto, para evitar que escape tan fácilmente.
Tenemos otras herramientas. Una es la Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala (Cicig). La tenemos ahí, y exactamente esa es su función. Investigar y desmantelar estructuras paralelas. Obviamente que esta masacre de pilotos es provocada por grupos paralelos para desestabilizar al país y al Gobierno. No puedo creer que algunos activistas de derechos humanos critiquen que se piense en pedirle a la Cicig que actúe, “porque no se fortalece al Ministerio Público”.
Y el Ministerio de Gobernación tiene las armas legales para infiltrar a las mafias, para comprar información. Y los diputados pueden modernizar la Ley de Armas y Municiones, para restringir su uso y crear una dirección de armas que sea civil y esté bajo el Ministerio de Gobernación, no como ahora —en el Ejército—.
No es que el Gobierno sea un chambón y no tenga “un plan de seguridad integral”. No estoy seguro de que lo tenga, pero ¿en qué plan de seguridad se puede detener una masacre de pilotos en tres días, como lo que acaba de pasar en un país con un Estado en trapos de cucaracha? Lección número uno, el problema no se resuelve con un cambio de gobierno; es del Estado, del país. Hacen falta recursos (humanos y financieros; sí, financieros) y voluntad política, que necesita de apoyos políticos. Por favor, oposiciones, este no es el momento para criticar, sino para aportar y fiscalizar.
Esto, para el corto plazo. Para el mediano, educación, arte y empleo. Tenemos que quitarle a la mafia su materia prima; algunos jóvenes —porque la mayoría son jóvenes trabajadores— que viven en la pobreza en áreas marginales de la capital. ¿Cómo se los quitamos? “Metiéndolos a todos en la cárcel o matándolos a todos”, responderían los conservadores que son cínicos. Pues no. La respuesta más eficiente, demostrada en Colombia también, es que se pueden rescatar con arte, con cultura, con bibliotecas, con mejores escuelas en las calles, en los barrios marginales. En Bogotá redujo la violencia a 25 por ciento. En Medellín, también. Ellos son los primeros que han sufrido por el crimen organizado y llevan 20 años pensando y experimentando cómo combatirlo. ¿Qué tal si aprendemos de sus errores y aciertos? ¿Y qué tal si, además, imaginamos nuestras propias soluciones más creativas? Después de todo, somos unos valientes.
martes, 5 de febrero de 2008
(Partidos) de hojalata
http://prensalibre.com.gt/pl/2008/febrero/05/216933.html
El sistema de dizque par- tidos políticos está exhausto, no da más. El barco hace aguas, y esperamos a que se hunda definitivamente o aprovechamos el momento para diseñar los planos de un nuevo barco que pueda salvar dentro de unos años al Estado de Guatemala.
Un paso es hacer avergonzar a los politiqueros (y las influencias de empresarios anticiudadanía o militares anticiudadanía y a toda la ciudadanía), porque en 23 años no hemos sido capaces de producir instituciones que sean partidos políticos ideológicos, formadores de opinión, que perduren y representen a una parte de la población para administrar y dirigir al Estado y transformar nuestra República en nuestra, de los guatemaltecos.
A mí me da vergüenza; estamos peor que el resto del continente. En ningún país americano los partidos duran 12 años, y en las elecciones anteriores el promedio era de siete años de existencia del tanatal que competía.
El primer escándalo es la Gran Alianza Nacional (Gana). El bebé de la élite económica volvió a fracasar, así como fracasó el Partido de Avanzada Nacional (PAN) hace tan solo nueve años. No han sido capaces de institucionalizar ideológicamente un partido, a pesar de que en el centroderecha no hay diferencias abismales en la forma de ver el mundo, “de principios”, como dirían ellos. A mi entender ,en este caso influye algo más: el factor étnico y los cacicazgos.
Creo que el principal motivo por el que los arzuístas se fueron del PAN a robarle a Gustavo Porras el partido unionista —que sí iba a ser socialdemócrata como el de los unionistas originales de hace casi cien años— fue porque les resultaba impensable estar bajo las órdenes de un shumo como Leonel López Rodas. En palabras más serias e invisibles, a muchos de los “más blancos” no les gusta estar bajo las órdenes de un mestizo-ladino. Si uno se fija con detenimiento, el 90 por ciento de los unionistas que dirigen el partido son “más blancos”, urbanos, cincuentones, y se llevaron a los mejores cuadros del PAN y los une una ideología, de derecha neoliberal, y, aunque lo nieguen, una pertenencia étnica.
La Gana, de los últimos “más blancos” que salieron del PAN en 2003, se formó igual, con los restantes cuadros salientes del PAN, y con una mezcla poco usual de “más blancos” y mestizos en el Comité Ejecutivo. Lo mestizo de Eduardo González era uno de los peros para la élite que entre pasillos se escuchaba de cercanos críticos. Perdida la elección, las diferencias entre los dignos e indignos, que casualmente responden casi en su totalidad a la división entre los más blancos y mestizos, explotaron.
No quiero decir con esto que solo los más blancos sean los responsables del rompimiento de la Gana. Los caciques departamentales están muy en pañales, por no decir en la completa ignorancia y miseria sobre qué significa hacer política. Creen que se trata de clientelismo puro y duro para enriquecerse y ser los señores feudales de su distrito. Y así pasan de partido en partido, según quien tenga chances de ser presidente.
La Unidad Nacional de la Esperanza se trata de eso, y amenaza con romperse porque pareciera que el clientelismo permitido o que podría permitir el nuevo presidente no alcanza para todos y no tienen nada que los cohesione. La diferencia del Frente Republicano Guatemalteco es el carisma de su octogenario líder acusado de genocidio y, sin embargo, no es intacto y no pudo impedir la ruptura de sus filas orientales hace cuatro años ni la ruptura de más filas pronto. Y la ex estructura oriental eferregista, la reciclada Unión del Cambio Nacionalista, y lo que queda del PAN van camino de desaparecer.
El Partido Patriota lleva sólo sus primeros cuatro años del ciclo, y parece “fuerte, fuerte” como son todos los que se sienten próximos a llegar al poder. Pierdan o ganen la próxima elección, se dividirán también; no resistirán más allá de cinco años, porque tampoco es democrático, ni ideológico, ni cohesionado, sino enfilado.
La izquierda necesita volverse a construir. La Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca será quizás la próxima Democracia Cristiana (la de los últimos 15 años), y a Nineth le está costando institucionalizar un partido que sí sea socialdemócrata, pero, a pesar de tener gente valiosa, solo logró llevar al hemiciclo a tres que en una semana olvidaron que fue por ella que tienen una curul.
No todo está perdido. Como hace cuatro años, tenemos la oportunidad de reformar la Ley Electoral, para hacer de los partidos instituciones democráticas, con ideología y con cuotas para que las minorías tengan acceso a su dirección y al pleno en cantidades mínimas.
El sistema de dizque par- tidos políticos está exhausto, no da más. El barco hace aguas, y esperamos a que se hunda definitivamente o aprovechamos el momento para diseñar los planos de un nuevo barco que pueda salvar dentro de unos años al Estado de Guatemala.
Un paso es hacer avergonzar a los politiqueros (y las influencias de empresarios anticiudadanía o militares anticiudadanía y a toda la ciudadanía), porque en 23 años no hemos sido capaces de producir instituciones que sean partidos políticos ideológicos, formadores de opinión, que perduren y representen a una parte de la población para administrar y dirigir al Estado y transformar nuestra República en nuestra, de los guatemaltecos.
A mí me da vergüenza; estamos peor que el resto del continente. En ningún país americano los partidos duran 12 años, y en las elecciones anteriores el promedio era de siete años de existencia del tanatal que competía.
El primer escándalo es la Gran Alianza Nacional (Gana). El bebé de la élite económica volvió a fracasar, así como fracasó el Partido de Avanzada Nacional (PAN) hace tan solo nueve años. No han sido capaces de institucionalizar ideológicamente un partido, a pesar de que en el centroderecha no hay diferencias abismales en la forma de ver el mundo, “de principios”, como dirían ellos. A mi entender ,en este caso influye algo más: el factor étnico y los cacicazgos.
Creo que el principal motivo por el que los arzuístas se fueron del PAN a robarle a Gustavo Porras el partido unionista —que sí iba a ser socialdemócrata como el de los unionistas originales de hace casi cien años— fue porque les resultaba impensable estar bajo las órdenes de un shumo como Leonel López Rodas. En palabras más serias e invisibles, a muchos de los “más blancos” no les gusta estar bajo las órdenes de un mestizo-ladino. Si uno se fija con detenimiento, el 90 por ciento de los unionistas que dirigen el partido son “más blancos”, urbanos, cincuentones, y se llevaron a los mejores cuadros del PAN y los une una ideología, de derecha neoliberal, y, aunque lo nieguen, una pertenencia étnica.
La Gana, de los últimos “más blancos” que salieron del PAN en 2003, se formó igual, con los restantes cuadros salientes del PAN, y con una mezcla poco usual de “más blancos” y mestizos en el Comité Ejecutivo. Lo mestizo de Eduardo González era uno de los peros para la élite que entre pasillos se escuchaba de cercanos críticos. Perdida la elección, las diferencias entre los dignos e indignos, que casualmente responden casi en su totalidad a la división entre los más blancos y mestizos, explotaron.
No quiero decir con esto que solo los más blancos sean los responsables del rompimiento de la Gana. Los caciques departamentales están muy en pañales, por no decir en la completa ignorancia y miseria sobre qué significa hacer política. Creen que se trata de clientelismo puro y duro para enriquecerse y ser los señores feudales de su distrito. Y así pasan de partido en partido, según quien tenga chances de ser presidente.
La Unidad Nacional de la Esperanza se trata de eso, y amenaza con romperse porque pareciera que el clientelismo permitido o que podría permitir el nuevo presidente no alcanza para todos y no tienen nada que los cohesione. La diferencia del Frente Republicano Guatemalteco es el carisma de su octogenario líder acusado de genocidio y, sin embargo, no es intacto y no pudo impedir la ruptura de sus filas orientales hace cuatro años ni la ruptura de más filas pronto. Y la ex estructura oriental eferregista, la reciclada Unión del Cambio Nacionalista, y lo que queda del PAN van camino de desaparecer.
El Partido Patriota lleva sólo sus primeros cuatro años del ciclo, y parece “fuerte, fuerte” como son todos los que se sienten próximos a llegar al poder. Pierdan o ganen la próxima elección, se dividirán también; no resistirán más allá de cinco años, porque tampoco es democrático, ni ideológico, ni cohesionado, sino enfilado.
La izquierda necesita volverse a construir. La Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca será quizás la próxima Democracia Cristiana (la de los últimos 15 años), y a Nineth le está costando institucionalizar un partido que sí sea socialdemócrata, pero, a pesar de tener gente valiosa, solo logró llevar al hemiciclo a tres que en una semana olvidaron que fue por ella que tienen una curul.
No todo está perdido. Como hace cuatro años, tenemos la oportunidad de reformar la Ley Electoral, para hacer de los partidos instituciones democráticas, con ideología y con cuotas para que las minorías tengan acceso a su dirección y al pleno en cantidades mínimas.
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