martes, 27 de enero de 2009

67. Congreso clientelar

Pobrecitos los diputados y su atasco parlamentario por la designación de las comisiones legislativas de trabajo. Quizás quieren una comisión porque sin ella no les dan oficina propia, ni dos asesores propios, ni un secretario. Quizás porque sin ella no llega el Ministro cuando quieren cuestionarlo o no sirven de contrapeso al oficialismo. Quizás si no, no pueden conseguir obras para alcaldes o dinero de empresarios en mordidas para pagar las deudas de la campaña. O, más aún, porque sin comisiones no tienen poder para hacer favores y así ganar lealtades, y con estas lealtades clientelares, votos.

Los diputados y las comisiones no son la raíz de la corrupción o del clientelismo. Son la cara del clientelismo. Ése sistema tan afincado en Guatemala o México de pedir favores al poderoso a cambio de lealtad, de recibir dinero a cambio de lealtad, ese sistema de decir “sí jefe”, “sí don”, de callar o no cuestionar porque si no “no soy fiel” y me pueden echar del trabajo. Ese sistema corrupto es el que nos hace tener esos políticos.

Cubrí el Congreso dos años para este diario y ese patrón se reproduce todo el tiempo. El diputado que le tiene “respeto” (o miedo) a su líder de bancada y no critica la corrupción que le ofrece. El diputado que le dice al otro “haceme el favor de darme tu cuota de obras y luego te lo devuelvo” y se dan un estrechón de manos tan digno. El alcalde que va a pedirle mordidas al diputado a cambio de reunirle gente. El empresario que le pide un dictamen a cambio de dinero y el diputado que le es fiel con su voto. O el constructor que accede a pagar mordida porque si no, no le dan obras. El funcionario de Gobierno que accede a la corrupción porque si no, “no lo dejan de joder los diputados”.

O sea, no vengamos con populismos de que hay que “depurar el Congreso” o “hay que reformar la Constitución para acabar la corrupción con un Estado neoliberal”. Lo depuramos en tiempos de Serrano y los Congresos liderados por FRG, Gana o UNE no fueron probos. En vez de eso, deberíamos depurarnos todos a nosotros mismos.

Ninguna persona nace siendo ciudadano; se aprende en la escuela y en la casa y con el resto de la sociedad. Los Estados se hicieron para que sus ciudadanos tengan la oportunidad de desarrollarse y ser felices, con obligaciones y derechos de ciudadano (el nuestro empezó hace 187 años). Durante 30 años de dictaduras (1954-1984), el Estado de Guatemala no construyó ciudadanos soberanos para pensar, actuar, exigir ciudadanía. Tras 12 años de democracia en guerra (1985-1996) y 12 años de democracia en paz (1996-2009) nos cuesta construir ciudadanos plenos, aunque es cierto avanzamos lentamente.

Si los padres de familia y maestros formaran ciudadanos, si los líderes ayudaran, todos podrían negarse a ser leales (que es más que dar el voto) a los alcaldes, diputados y funcionarios corruptos, a reclamar a los jueces, a los policías y a los jefes corruptos.

Mientras eso sucede, los diputados que lideran el Congreso podrían darnos una lección al reformar el sistema de reparto de comisiones antes que lleguemos a tener 158 salas. Podrían asegurar a cada diputado una oficina decente (porque casi ninguno tiene oficina decente), con su propio secretario, dos asesores y habilitar salas de trabajo. Podría hacerse una competición por capacidades y planes de trabajo por unas 30 comisiones en la que los bloques grandes tengan más que los pequeños, pero que los pequeños tengan al menos una, y obligar realmente a todos a trabajar; sólo eso, hacer su trabajo por el que cobran un sueldo y gastan un prestigio. ¿Es mucho pedir?

PS. En www.martinguatemala.blogspot.com escribí sobre Pro Reforma, pues no amerita una columna.
martinpellecer@gmail.com

2 comentarios:

Anónimo dijo...

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El clientelismo existe en todos los paises y creo que es inevitable en la Democracia. A alguien se le debe algo o se le va a pedir algo entonces se le hacen favores. El problema es que ese alguien deberia ser el pueblo que me puso en el poder. Gracias a las listas nacionales y departamentales no se sabe a que parte del pueblo el diputado le debe lealtad. Desde su punto de vista, se lo debe a los cuates que son los que lograron conseguir votos para el partido (la lista) y por lo tanto el diputado practica política con ellos y no con el electorado.