Venga, deje de cuidar a los nietos, juéguese su prestigio y su pellejo, resista los embates de los políticos, de la opinión pública y los abogados, no se corrompa, no cometa errores, salve a la democracia y después váyase a la mierda sin indemnización ni reconocimientos.
Poco menos es lo que están haciendo políticos y formadores de opinión pública con los magistrados del Tribunal Supremo Electoral (TSE). Quiero hacerles un poco de memoria a ellos (los políticos y los formadores de opinión), a los ciudadanos y a los congresistas.
Entre estos cinco magistrados están dos de los guatemaltecos más íntegros y probos que conozco: Ángel Alfredo Figueroa y Raymundo Caz; dos eferregistas de pura cepa: Aníbal Valenzuela y Zolia Villela; y uno que ha sido en ocasiones balanza positiva pero también un obstáculo para el buen funcionamiento del TSE, Óscar Bolaños.
Fueron electos en el 2003 y gracias a ellos, en especial al trabajo de Figueroa y Caz, se pudieron organizar unas elecciones que nadie creía que pudieran salvarse de la manipulación del partido de Efraín Ríos Montt. Los entonces nuevos magistrados –casualmente en ese momento nadie cuestionó su “inexperiencia”- se fajaron para organizar y administrar unas elecciones tan transparentes que oposición, oficialismo y observadores nacionales e internacionales validaron sin titubeos.
Acá viene la primera muestra de Alzheimer: Desde el 2006 en la Comisión de Asuntos Electorales del Congreso empezó a crear el temor por la inexperiencia de los magistrados y la nostalgia por los anteriores. A mí me tocó cubrir muchas de estas citaciones a los magistrados y parecía haber una estrategia muy fina de diputados del PP, UNE, FRG y unionistas respecto del TSE.
Más que fiscalizarlos por la solicitud de un aumento de presupuesto y los planes de duplicar la cantidad de mesas electorales, era un esfuerzo de cuestionamiento para debilitarlos ante posibles alegatos de fraude por “su inexperiencia y su falta de carácter” el 10 de septiembre o el 5 de noviembre pasados. Los periodistas, mea culpa, podríamos haber hecho menos eco a ese populismo. Eso sí, un matutino, pequeño, bravucón y ultra, tuvo una campaña sistemática contra el TSE.
Otra muestra de Alzheimer: Los magistrados parecieron débiles cuando no pudieron evitar la campaña anticipada de Otto Pérez Molina porque éste recurrió a la Corte Suprema de Justicia cuando el TSE le ordenó retirar la propaganda. ¡Oh sorpresa! Los mismos diputados le entregaron al TSE una reforma electoral sin dientes para multar o tener poder coercitivo. Y claro, después reclaman que eran unos cobardes y debiluchos. Durante toda la campaña ésa fue la tónica. El presidente del TSE, Bolaños, no se ayudó y fue un pésimo comunicador de sus ideas y logros.
Otro Alzheimer: Ahora ya todos parecemos habernos olvidado que el TSE estuvo impecable en las elecciones. Eso a pesar de haber duplicado el número de centros de votación para llevarlos a las aldeas más remota. Y nadie dijo algún pero sustentado sobre los resultados de las elecciones.
Ahora la Corte de Constitucionalidad envió al Congreso el expediente sobre el posible retiro del antejuicio contra los magistrados. La verdad es que no tengo la certeza del fallo “técnico” de la CC, porque salvo excepciones como Francisco Flores, el ente es político o politiquero.
Y no importa el asunto que vayan a juzgar sobre el antejuicio, con conocimiento de causa sospecho que sobrarán diputados, la mayoría ruidosos y sobre todo quienes estuvieron en la comisión de asuntos electorales, que se hacen agua la boca para cobrarse venganza por los momentos en que no pudieron doblegar la rodilla de “los viejitos”, esos magistrados íntegros del TSE. Y la mayor parte de los diputados no tienen interés ni lucidez para tomar una decisión por su propio juicio.
Ahora se conformó una coyuntura en que los magistrados aparecen como lagartos porque no sólo “quitaron credibilidad” al TSE sino que “además” quieren cobrarse una indemnización. Pedimos funcionarios de primera línea para la institución más respetada de la democracia guatemalteca, que sean incorruptibles pero que después sean mendigos de trabajo al salir del puesto. Para mí, tienen derecho a una indemnización.
Cuando llegue al pleno el expediente sobre el antejuicio –hoy se sortea la comisión pesquisidora-, espero como ciudadano que los diputados de vieja guardia y las valientes, quienes han movido al Congreso estos cuatro años, saquen la casta y eviten un linchamiento inmerecido.
lunes, 26 de noviembre de 2007
martes, 20 de noviembre de 2007
Esta historia desde otros anteojos
http://www.prensalibre.com/pl/2007/noviembre/20/188236.html
La escena es un barco, grande, estoy en cubierta, casi no entra luz y hace mucho calor, es en medio del océano Atlántico, allá por 1570. No puedo moverme porque junto a mí hay otras decenas de personas. No le entiendo nada a nadie; hablan idiomas parecidos al mío, pero indescifrables.
No llevo nada más de lo que tengo puesto, ni siquiera un tambor. No sé por qué me metieron acá. Casi no nos dan de comer ni de beber, y el vaivén del barco provoca unos mareos que hacen que esto apeste a sudor y a vómitos… y al que se enferme o se quede moribundo, lo tiran al mar.
Después de no sé cuántos días llegamos no sé a dónde. El clima es parecido al que dejé en mi tierra. Nos llevan a unas plantaciones de azúcar, donde trabajamos de sol a sol y no podemos hablar con nadie. No es sino hasta la noche cuando empiezan algunos a contar cuentos y a hacer tambores para descansar al alma...
El día en la plantación de azúcar en el Caribe no tenía salsa ni merengue; fue una prisión para los esclavos africanos. Un profesor africano que tengo, Landry Miampika, nos transportó a través de las barreras del tiempo y el espacio y el color de la piel hasta el Caribe, hace cinco siglos, para volver a pensar la historia desde la óptica del otro, del vencido, del esclavo.
Así aprendí que, durante el día, las plantaciones eran una prisión, y por las noches, un espacio de resistencia y de creación desde la nada de la cultura africana; y así, por ejemplo, mantuvieron pasos o ritmos que ahora son de salsa que vienen de rituales para la diosa Yemayá, o que el carnaval empezó como el único día que dejaban ser libres a los esclavos, y por eso ahora en Brasil, en Río, todo el año gira en torno de prepararse para la fiesta del año...
Entonces, después de ese viaje por el Caribe americano (desde Nueva Orleans hasta Río de Janeiro), tenía que aterrizar en Guatemala para pensarla de nuevo, desde los ojos de otros. La Guatemala en la que la finca no es sólo una unidad productora o un espacio de ocio, sino una prisión a donde tengo que ir la mitad del año para poder comer y donde me esclavizaban (o esclavizan) a mí, a mi mujer, a mis hijos, y un espacio de resistencia cultural.
La Guatemala en la que el cuarto de servicio en una casa capitalina (esa ciudad del aire contaminado, del ruido, de la inseguridad y los hombres y mujeres sin corazón ni gracia) es también una pequeña prisión, pero una única opción para mandar dinero a casa en la provincia o para escapar de esa aldea, una renuncia a la pobreza extrema.
¿Qué pasaría si volvemos a pensar la historia de Guatemala? La historia de mi abuelo y la de su abuelo y la del abuelo del que no pensamos que tiene abuelo, sino sólo es parte de un grupo abandonado por dios para la desgracia eterna en este mundo y este país.
Una historia que tiene muchas sombras, muchas luces, muchos mártires, muchos héroes, diablos y soñadores. La historia de una tierra de mayas de pirámides y mayas contemporáneos, a los que aún no entendemos desde la capital o desde la costa o desde el oriente. Una tierra de mestizos, caribeños y criollos a la que tampoco entendemos ni desde el altiplano ni desde ninguna otra parte del país o del planeta.
La historia contada desde las voces de los primeros liberales del siglo XIX, que luchaban por una Federación Centroamericana más justa que la conservadora que proponía Guatemala; los unionistas de los años 20, los revolucionarios, los democráticos y los guerrilleros, los estudiantes, los líderes que han mantenido a Totonicapán, los que intentaban genuinamente hacer un país más justo desde dentro del sistema, los que desde fuera hacían que el mundo no se olvidara de Guatemala, los que se enfrentaron a los militares para lograr la democracia, los que firmaron la paz, los escritores y poetas, los que mandan dinero en remesas, los que cantan canciones y los que luchan contra el muro de estupidez para que no mueran el arte ni la lucidez en esta tierra… tanta historia, tantas historias. ¿Cuándo nos daremos un tentempié?
La escena es un barco, grande, estoy en cubierta, casi no entra luz y hace mucho calor, es en medio del océano Atlántico, allá por 1570. No puedo moverme porque junto a mí hay otras decenas de personas. No le entiendo nada a nadie; hablan idiomas parecidos al mío, pero indescifrables.
No llevo nada más de lo que tengo puesto, ni siquiera un tambor. No sé por qué me metieron acá. Casi no nos dan de comer ni de beber, y el vaivén del barco provoca unos mareos que hacen que esto apeste a sudor y a vómitos… y al que se enferme o se quede moribundo, lo tiran al mar.
Después de no sé cuántos días llegamos no sé a dónde. El clima es parecido al que dejé en mi tierra. Nos llevan a unas plantaciones de azúcar, donde trabajamos de sol a sol y no podemos hablar con nadie. No es sino hasta la noche cuando empiezan algunos a contar cuentos y a hacer tambores para descansar al alma...
El día en la plantación de azúcar en el Caribe no tenía salsa ni merengue; fue una prisión para los esclavos africanos. Un profesor africano que tengo, Landry Miampika, nos transportó a través de las barreras del tiempo y el espacio y el color de la piel hasta el Caribe, hace cinco siglos, para volver a pensar la historia desde la óptica del otro, del vencido, del esclavo.
Así aprendí que, durante el día, las plantaciones eran una prisión, y por las noches, un espacio de resistencia y de creación desde la nada de la cultura africana; y así, por ejemplo, mantuvieron pasos o ritmos que ahora son de salsa que vienen de rituales para la diosa Yemayá, o que el carnaval empezó como el único día que dejaban ser libres a los esclavos, y por eso ahora en Brasil, en Río, todo el año gira en torno de prepararse para la fiesta del año...
Entonces, después de ese viaje por el Caribe americano (desde Nueva Orleans hasta Río de Janeiro), tenía que aterrizar en Guatemala para pensarla de nuevo, desde los ojos de otros. La Guatemala en la que la finca no es sólo una unidad productora o un espacio de ocio, sino una prisión a donde tengo que ir la mitad del año para poder comer y donde me esclavizaban (o esclavizan) a mí, a mi mujer, a mis hijos, y un espacio de resistencia cultural.
La Guatemala en la que el cuarto de servicio en una casa capitalina (esa ciudad del aire contaminado, del ruido, de la inseguridad y los hombres y mujeres sin corazón ni gracia) es también una pequeña prisión, pero una única opción para mandar dinero a casa en la provincia o para escapar de esa aldea, una renuncia a la pobreza extrema.
¿Qué pasaría si volvemos a pensar la historia de Guatemala? La historia de mi abuelo y la de su abuelo y la del abuelo del que no pensamos que tiene abuelo, sino sólo es parte de un grupo abandonado por dios para la desgracia eterna en este mundo y este país.
Una historia que tiene muchas sombras, muchas luces, muchos mártires, muchos héroes, diablos y soñadores. La historia de una tierra de mayas de pirámides y mayas contemporáneos, a los que aún no entendemos desde la capital o desde la costa o desde el oriente. Una tierra de mestizos, caribeños y criollos a la que tampoco entendemos ni desde el altiplano ni desde ninguna otra parte del país o del planeta.
La historia contada desde las voces de los primeros liberales del siglo XIX, que luchaban por una Federación Centroamericana más justa que la conservadora que proponía Guatemala; los unionistas de los años 20, los revolucionarios, los democráticos y los guerrilleros, los estudiantes, los líderes que han mantenido a Totonicapán, los que intentaban genuinamente hacer un país más justo desde dentro del sistema, los que desde fuera hacían que el mundo no se olvidara de Guatemala, los que se enfrentaron a los militares para lograr la democracia, los que firmaron la paz, los escritores y poetas, los que mandan dinero en remesas, los que cantan canciones y los que luchan contra el muro de estupidez para que no mueran el arte ni la lucidez en esta tierra… tanta historia, tantas historias. ¿Cuándo nos daremos un tentempié?
lunes, 12 de noviembre de 2007
Realpolitik
http://www.prensalibre.com/pl/2007/noviembre/13/187637.html
Creo que en estos últimos siete años —los de mi vida como ciudadano— no había tenido una sensación como la actual, de orgullo por la lucidez en la política guatemalteca. Es un disfrute poder contar noticias positivas del país de uno al resto del continente.
Felicitaciones, presidente Berger, por ese gesto de haber invitado al presidente electo, Colom, a Chile y presentarlo ante la comunidad iberoamericana de jefes de Estado. Eso es de un estadista. Qué bien es leer humildad y civilización en una conferencia conjunta entre los dos presidentes de Guatemala.
Felicitaciones, presidente Colom, por haber escogido desde antes y con mucha discreción como canciller a Haroldo Rodas, diplomático de carrera, con especialización en Ginebra, centroamericanista, con redes de contactos y galardonado con la Orden del Quetzal... Creo que él era uno de los poquísimos que podría haber sucedido con dignidad al guatemalteco que mejor nos ha representado en la diplomacia mundial en el siglo XX, Gert Rosenthal. Qué distinto de hace cuatro años, cuando el presidente Berger cumplió con el “pacto electoral” de la Gana y puso a dirigir la Cancillería a alguien que no hablaba inglés más que para decir “yes, yes” a EE. UU.
Hacer esos viajes de presentación y para tender puentes con los vecinos mesoamericanos (México, Centroamérica y Colombia) y con los socios estratégicos España y Brasil, y aprovechar cumbres y actos en Argentina y Chile merece también un aplauso al nuevo Gobierno, al Tribunal Supremo Electoral por proponer estos dos meses entre la votación y la toma de posesión, y al Congreso, por aprobarlo. Bien como Estado. Qué bien poner acento latinoamericanista en la política exterior e ir sólo después a Washington, para mantener una realpolitik y relaciones cordiales (pero no serviles, coloniales) con el principal socio comercial y una potencia política que puede ser buena vecina, pero ahora no tiene tiempo para pensar en América Latina por el avispero que creó en Irak y el que dejó crear en Medio Oriente.
En política exterior deben dejarse idealismos o miedos de acercarse a los demonios (siempre que los demonios no sean demonios, como Irán) y aplicar principios del bienestar para la Nación y para los ciudadanos guatemaltecos y el realismo, Realpolitik. Por ejemplo, se puede bien cerrar la boca o los oídos a la charlatanería de adolescente autoritario del venezolano (electo democráticamente) Chávez, y prestar atención a la oferta de adhesión a Petrocaribe, que puede representar un respiro al alza interminable de los precios del petróleo.
Que si así los conservadores guatemaltecos y algún radical estadounidense van a patalear porque el presidente de Guatemala sale en una foto firmando un documento con Chávez… que pataleen. O que vayan a convencer a Calderón en México, o a la OPEP, o a la Shell, de que nos den petróleo barato. Washington no debería meterse ni enojarse, como no lo hace cuando Uribe en Colombia tiene relaciones cordiales y civilizadas con Chávez, o cuando la República Dominicana o Trinidad o Nicaragua son parte de Petrocaribe. Realpolitik.
El mundo (y sus periódicos) en el que medio se sabe dónde queda Guatemala (América Latina, EE. UU. y Europa Occidental) ha recibido más ilusionado que los guatemaltecos la victoria de un “socialdemócrata”, y no un militar de extrema derecha en el país de la eterna primavera (y de la impunidad y la esperanza, diría un maestro guatemalteco).
Creo que como marketing fuera de Guatemala, a Colom le ha servido autodescribirse como socialdemócrata (nadie lo cuestiona, aunque no saben nada de él). Sin embargo, al menos él debería dejar de engañarse cuando en realidad es un socialcristiano, liberal en lo social y conservador en lo moral. Igual de legítimo, pero un poco más honesto para describir a Colom y la actuación de la UNE. Esto puede evitarle decepciones.
Antes de cerrar esta columna por hoy y de desearle éxitos en su política exterior al nuevo presidente, no puedo evitar alegrarme y preocuparme por los patriotistas. Alegrarme, porque no quedaron, y preocuparme, porque ya empezaron con su politiquería en el Congreso, oponiéndose junto al FRG al Ietaap por estar en la oposición (pero si hubieran ganado, lo habrían promovido). Ah, la adolescencia política.
Creo que en estos últimos siete años —los de mi vida como ciudadano— no había tenido una sensación como la actual, de orgullo por la lucidez en la política guatemalteca. Es un disfrute poder contar noticias positivas del país de uno al resto del continente.
Felicitaciones, presidente Berger, por ese gesto de haber invitado al presidente electo, Colom, a Chile y presentarlo ante la comunidad iberoamericana de jefes de Estado. Eso es de un estadista. Qué bien es leer humildad y civilización en una conferencia conjunta entre los dos presidentes de Guatemala.
Felicitaciones, presidente Colom, por haber escogido desde antes y con mucha discreción como canciller a Haroldo Rodas, diplomático de carrera, con especialización en Ginebra, centroamericanista, con redes de contactos y galardonado con la Orden del Quetzal... Creo que él era uno de los poquísimos que podría haber sucedido con dignidad al guatemalteco que mejor nos ha representado en la diplomacia mundial en el siglo XX, Gert Rosenthal. Qué distinto de hace cuatro años, cuando el presidente Berger cumplió con el “pacto electoral” de la Gana y puso a dirigir la Cancillería a alguien que no hablaba inglés más que para decir “yes, yes” a EE. UU.
Hacer esos viajes de presentación y para tender puentes con los vecinos mesoamericanos (México, Centroamérica y Colombia) y con los socios estratégicos España y Brasil, y aprovechar cumbres y actos en Argentina y Chile merece también un aplauso al nuevo Gobierno, al Tribunal Supremo Electoral por proponer estos dos meses entre la votación y la toma de posesión, y al Congreso, por aprobarlo. Bien como Estado. Qué bien poner acento latinoamericanista en la política exterior e ir sólo después a Washington, para mantener una realpolitik y relaciones cordiales (pero no serviles, coloniales) con el principal socio comercial y una potencia política que puede ser buena vecina, pero ahora no tiene tiempo para pensar en América Latina por el avispero que creó en Irak y el que dejó crear en Medio Oriente.
En política exterior deben dejarse idealismos o miedos de acercarse a los demonios (siempre que los demonios no sean demonios, como Irán) y aplicar principios del bienestar para la Nación y para los ciudadanos guatemaltecos y el realismo, Realpolitik. Por ejemplo, se puede bien cerrar la boca o los oídos a la charlatanería de adolescente autoritario del venezolano (electo democráticamente) Chávez, y prestar atención a la oferta de adhesión a Petrocaribe, que puede representar un respiro al alza interminable de los precios del petróleo.
Que si así los conservadores guatemaltecos y algún radical estadounidense van a patalear porque el presidente de Guatemala sale en una foto firmando un documento con Chávez… que pataleen. O que vayan a convencer a Calderón en México, o a la OPEP, o a la Shell, de que nos den petróleo barato. Washington no debería meterse ni enojarse, como no lo hace cuando Uribe en Colombia tiene relaciones cordiales y civilizadas con Chávez, o cuando la República Dominicana o Trinidad o Nicaragua son parte de Petrocaribe. Realpolitik.
El mundo (y sus periódicos) en el que medio se sabe dónde queda Guatemala (América Latina, EE. UU. y Europa Occidental) ha recibido más ilusionado que los guatemaltecos la victoria de un “socialdemócrata”, y no un militar de extrema derecha en el país de la eterna primavera (y de la impunidad y la esperanza, diría un maestro guatemalteco).
Creo que como marketing fuera de Guatemala, a Colom le ha servido autodescribirse como socialdemócrata (nadie lo cuestiona, aunque no saben nada de él). Sin embargo, al menos él debería dejar de engañarse cuando en realidad es un socialcristiano, liberal en lo social y conservador en lo moral. Igual de legítimo, pero un poco más honesto para describir a Colom y la actuación de la UNE. Esto puede evitarle decepciones.
Antes de cerrar esta columna por hoy y de desearle éxitos en su política exterior al nuevo presidente, no puedo evitar alegrarme y preocuparme por los patriotistas. Alegrarme, porque no quedaron, y preocuparme, porque ya empezaron con su politiquería en el Congreso, oponiéndose junto al FRG al Ietaap por estar en la oposición (pero si hubieran ganado, lo habrían promovido). Ah, la adolescencia política.
lunes, 5 de noviembre de 2007
¿Por qué perdió Mano Dura?
http://www.prensalibre.com/pl/2007/noviembre/06/186993.html
Un buen amigo experto en política me vaticinó, desde hace meses, que las segundas vueltas no se ganan, se pierden. El resultado de ayer es prueba de esto. Otto Pérez Molina es el principal responsable de su derrota.
Después de invertir mucho dinero y utilizar tácticas poco ortodoxas, había logrado ponerse en ventaja y estar a punto de romper el mito de ser un candidato que ganara en su primera participación. Sin embargo, una hilera de decisiones equivocadas hizo que se dejara rebasar de nuevo por el ahora presidente Colom.
Empecemos a recordarlas. La primera fue la falta de respeto a los electores, al no asistir a los foros para debatir sus ideas; claro, a excepción de Libre Encuentro, en una muestra de lo que hubiera sido su mandato o el mensaje que envió: mucha atención a la élite económica y poca atención a la ciudadanía. Y mucha “mano aguada” para enfrentarse a su adversario.
Se alió con “el diablo”, el FRG, y quedó felizmente demostrado que la influencia de los caciques del riosmontismo es ya nula en sus otrora “bastiones”, Quiché, Escuintla, Huehuetenango y San Marcos, donde Colom apaleó. También quedó en evidencia lo inútil de aliarse con los flamantes “21 de 23 secretarios departamentales de la Gana”.
Su insignia anticorrupción, Anabella de León, perdió toda credibilidad, al demostrarse un caso de corrupción en su contra con el fin de semana en Casa Santo Domingo. Y del momento de crisis no pudo salir avante. A una semana de la elección debió haber expulsado a la diputada reelecta y mostrar “carácter y decisión”. Pero no lo hizo.
El abuso de las campañas negras le reviró en los últimos 45 días, porque hastiaron a la ciudadanía y, cuando empezó a ser víctima de las campañas, esto provocó apatía y solo la mitad de capitalinos y urbanos fueron a votar. Esto impidió que tuviera más votos conservadores. Que después se hayan quejado como niños de Primera Comunión, también les quitó imagen de machitos.
Hubo otros dos factores. Se apretaron los tornillos en fiscalización y salió a luz su relación directa y formal con los capos de Izabal. En vez de rebatirla, fue reforzada con las amenazas que su partido dirigió contra los reporteros de elPeriódico Hilda Mérida y Enrique Castañeda por investigarlo.
De verdad que no entiendo cómo se les pudo subir la victoria tan rápido a la cabeza; sobre todo, porque siempre fue segundo lugar peleando duro por alcanzar al primero. Quizás se repite una tendencia del 2003, cuando la Gana supo, según sus encuestas internas, que iba detrás de la UNE y apretó. Esto pudo haber sido lo que le pasó a la UNE esta vez: vio que la rebasaban y apretó.
Otro factor, externo y deleznable, sobre el que no tuvo responsabilidad, fue el asesinato de su colaborador Pacay y el de la secretaria de bancada, que les afectó la imagen de intocables contra el crimen organizado.
Por otra parte, la UNE hizo su tarea escolar: utilizar a todo vapor su maquinaria electoral de ocho años y aliarse con alcaldes, que fue lo que hizo ganar a Berger hace cuatro años. Y, sobre todo, a diferencia de la primera vuelta, esta vez el partido de Colom no metió la pata, fue a los debates, ningún diputado se le salió del corral y trabajó sin sentirse ganador.
La participación de menos de la mitad de la ciudadanía podría formalmente quitarle legitimidad al mandato de Colom, pero ahora está en sus manos utilizar la legitimidad legal y formal que tiene; puede aprender del ejemplo de Arzú, a quien eligió sólo el 18 por ciento de inscritos en segunda vuelta, pero hizo reformas profundas y firmó la paz, contra el ejemplo de Portillo, electo con 70 por ciento de los votantes en segunda vuelta.
Qué bien que Pérez Molina ha reconocido su derrota en las urnas y se haya comprometido públicamente a hacer una oposición propositiva. Necesitaremos de la fiscalización de su bancada al Gobierno y del contrapeso en el Congreso.
En fin, espero que haya ganado la opción menos mala en esta vuelta, y que desde ayer el presidente electo, Colom, haya empezado a trabajar para evitar que el país siga a un paso del despeñadero.
Un buen amigo experto en política me vaticinó, desde hace meses, que las segundas vueltas no se ganan, se pierden. El resultado de ayer es prueba de esto. Otto Pérez Molina es el principal responsable de su derrota.
Después de invertir mucho dinero y utilizar tácticas poco ortodoxas, había logrado ponerse en ventaja y estar a punto de romper el mito de ser un candidato que ganara en su primera participación. Sin embargo, una hilera de decisiones equivocadas hizo que se dejara rebasar de nuevo por el ahora presidente Colom.
Empecemos a recordarlas. La primera fue la falta de respeto a los electores, al no asistir a los foros para debatir sus ideas; claro, a excepción de Libre Encuentro, en una muestra de lo que hubiera sido su mandato o el mensaje que envió: mucha atención a la élite económica y poca atención a la ciudadanía. Y mucha “mano aguada” para enfrentarse a su adversario.
Se alió con “el diablo”, el FRG, y quedó felizmente demostrado que la influencia de los caciques del riosmontismo es ya nula en sus otrora “bastiones”, Quiché, Escuintla, Huehuetenango y San Marcos, donde Colom apaleó. También quedó en evidencia lo inútil de aliarse con los flamantes “21 de 23 secretarios departamentales de la Gana”.
Su insignia anticorrupción, Anabella de León, perdió toda credibilidad, al demostrarse un caso de corrupción en su contra con el fin de semana en Casa Santo Domingo. Y del momento de crisis no pudo salir avante. A una semana de la elección debió haber expulsado a la diputada reelecta y mostrar “carácter y decisión”. Pero no lo hizo.
El abuso de las campañas negras le reviró en los últimos 45 días, porque hastiaron a la ciudadanía y, cuando empezó a ser víctima de las campañas, esto provocó apatía y solo la mitad de capitalinos y urbanos fueron a votar. Esto impidió que tuviera más votos conservadores. Que después se hayan quejado como niños de Primera Comunión, también les quitó imagen de machitos.
Hubo otros dos factores. Se apretaron los tornillos en fiscalización y salió a luz su relación directa y formal con los capos de Izabal. En vez de rebatirla, fue reforzada con las amenazas que su partido dirigió contra los reporteros de elPeriódico Hilda Mérida y Enrique Castañeda por investigarlo.
De verdad que no entiendo cómo se les pudo subir la victoria tan rápido a la cabeza; sobre todo, porque siempre fue segundo lugar peleando duro por alcanzar al primero. Quizás se repite una tendencia del 2003, cuando la Gana supo, según sus encuestas internas, que iba detrás de la UNE y apretó. Esto pudo haber sido lo que le pasó a la UNE esta vez: vio que la rebasaban y apretó.
Otro factor, externo y deleznable, sobre el que no tuvo responsabilidad, fue el asesinato de su colaborador Pacay y el de la secretaria de bancada, que les afectó la imagen de intocables contra el crimen organizado.
Por otra parte, la UNE hizo su tarea escolar: utilizar a todo vapor su maquinaria electoral de ocho años y aliarse con alcaldes, que fue lo que hizo ganar a Berger hace cuatro años. Y, sobre todo, a diferencia de la primera vuelta, esta vez el partido de Colom no metió la pata, fue a los debates, ningún diputado se le salió del corral y trabajó sin sentirse ganador.
La participación de menos de la mitad de la ciudadanía podría formalmente quitarle legitimidad al mandato de Colom, pero ahora está en sus manos utilizar la legitimidad legal y formal que tiene; puede aprender del ejemplo de Arzú, a quien eligió sólo el 18 por ciento de inscritos en segunda vuelta, pero hizo reformas profundas y firmó la paz, contra el ejemplo de Portillo, electo con 70 por ciento de los votantes en segunda vuelta.
Qué bien que Pérez Molina ha reconocido su derrota en las urnas y se haya comprometido públicamente a hacer una oposición propositiva. Necesitaremos de la fiscalización de su bancada al Gobierno y del contrapeso en el Congreso.
En fin, espero que haya ganado la opción menos mala en esta vuelta, y que desde ayer el presidente electo, Colom, haya empezado a trabajar para evitar que el país siga a un paso del despeñadero.
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