lunes, 29 de junio de 2009

89. Honduras y el golpe de Estado

Los militares y políticos hondureños regresaron a la prehistoria. Se olvidaron que los golpes de Estado eran de otra época y han dejado a toda Centroamérica en una situación muy complicada por no poder solucionar sus problemas políticos por medio de las instituciones y las leyes.

Sí, Manuel Zelaya es un populista que tensó la cuerda al forzar “una encuesta” ilegal, que no tendría efectos vinculantes y violó las leyes. Pero bajo ninguna circunstancia podemos permitir en Centroamérica que los militares salgan de sus cuarteles a interferir en política.

Ahora hay que ver cómo evitamos que el agua llegue al río y nuestro papel como vecino inmediato es clave. En Honduras sí que tenemos responsabilidad porque sí tenemos un peso económico e intereses estratégicos recíprocos.

La primera reacción del Gobierno ha sido la adecuada: desconocer al gobierno golpista, cortar relaciones militares, asistir a una reunión del Sistema de Integración Centroamericano (SICA) y mantener a nuestro embajador en Tegucigalpa. El siguiente paso tiene que ser ayudar a conseguir que la presión internacional sea por medio del SICA y de la Organización de Estados Americanos (OEA) y no a través de la incendiaria ALBA de Chávez. Esto es clave para encontrar una salida institucional y negociada a esta crisis.

El presidente Colom, junto a sus homólogos Funes, de El Salvador; y Arias, de Costa Rica, tienen que ser los principales actores de la región en el reclamo del retorno a la institucionalidad. La foto debería ser de ellos tres respaldando a Zelaya junto a Calderón (México), y –por ejemplo- Hillary Clinton y Celso Amorim (Brasil). Eso le daría mayor seriedad y que el peligro de dejar el micrófono a los populistas Chávez y Ortega (Nicaragua).

Esto porque ahora hay dos presidentes hondureños. El que reconoce el mundo y todas sus instituciones, pero no Honduras; y el que reconocen todas las fuerzas políticas y las instituciones hondureñas, pero no el mundo. Son claves estos dos detalles. Toda la institucionalidad mundial versus toda la institucionalidad hondureña. Quién doblegará a quién, está por verse esta semana. Es, sin embargo, un pulso de débiles por una presidencia simbólica. La institucionalidad hondureña es incluso más débil que la nuestra, pero la comunidad internacional puede ser lo suficientemente retórica o indiferente como para no poder doblegarla.

La respuesta internacional ha sido impresionante. Ha habido una condena de América Central, América Latina, Washington, Europa, la ONU. La respuesta hondureña también: ningún poder político hondureño ha cuestionado el golpe de Estado. Los militares hondureños ya están actuando –deteniendo a ministros y simpatizantes de Zelaya, como el alcalde de San Pedro Sula-, y si la comunidad internacional quiere sentar un precedente para todos los militares del continente tiene que advertir que tomará acciones.

Puede suspender a Honduras de la OEA, suspender la cooperación internacional y establecer sanciones comerciales hasta que no repongan a Zelaya. El SICA puede suspenderlo de las negociaciones del Acuerdo de Asociación con Europa y de la cooperación antinarcótica bajo el amparo de la ONU.

El daño está hecho, por los militares y los políticos hondureños, que se encargaron de impedir que un presidente pueda gobernar los próximos cinco meses su país. Esto porque ni un Zelaya repuesto o un Micheletti aislado del mundo tendrán capacidad para gobernar: se trataría de una presidencia simbólica. Pero en política los símbolos importan mucho y es un momento precioso para recordarles a los militares que el mundo los quiere, pero bien guardaditos en sus cuarteles.

martinpellecer@gmail.com

1 comentario:

Nancy dijo...

Estoy absolutamente de acuerdo contigo. Yo simpatizo con Zelaya pero entiendo que no actuó correctamente. Esto no le da derecho a los golpistas a hacer todas las canalladas y tonterías que hicieron. Creo que la democracia ofrece otras herramientas para tratar estos asuntos. En fin, Honduras retrocedió 50 años, y eso es lamentable. Y bueno, a ver qué pasa.