http://www.prensalibre.com/pl/2007/diciembre/18/190764.html
ALGO DE AUTOESTIMA
Este año que nos tocó tan duro con el asesinato de los diputados, la campaña electoral, los miedos, la inseguridad, la desigualdad, el racismo, más deportaciones... al final, parece terminar con una lucecita para la autoestima nacional.
Por primera vez desde hace casi 10 años, la tasa de asesinatos se redujo en 22 por ciento, según informó la Procuraduría de los Derechos Humanos. Estamos muy lejos de ser un país digno (14 asesinatos diarios), pero este año -con todo y campaña electoral, y tensiones, y quiebre de la institucionalidad de la Policía Nacional Civil- fue el menos violento desde el 2004, y se perdieron casi 800 vidas menos que el año pasado; eso es un alivio.
Una jueza, Telma Del Cid, ha sido más valiente que muchos de sus colegas, al confirmar que hay indicios graves de que el dizque diputado Manolo Castillo está involucrado en el asesinato de los diputados salvadoreños y su piloto.
Habrá que ver cómo actúa esa cortecita de Justicia que tenemos. Creo que el sistema de justicia debería reformarse con un principio de participación femenina; está comprobado que las juezas son más valientes, menos corruptas y más eficientes. Quizás así podríamos desenquistar al crimen organizado del Organismo Judicial.
Los líderes diputados al final sacaron la casta y se aprobó la Ley de Adopciones a pesar de la retórica de los ultras neoliberales y los sobornos de la mafia de abogados; ahora EE.UU. debería pedir un certificado a alguna asociación de víctimas para evitar que ninguno de los 3 500 niños en proceso de adopción sea robado o comprado. (En la columna pasada quise decir que el empresario Meany debería ser ministro de Agricultura, no de Arquitectura).
Hasta quedó campeón por segunda vez un equipo departamental en futbol y valieron más la garra y la mística que el dinero y la arrogancia de los rojos y cremas. Y el mundo contaminador se empezó a poner de acuerdo en un tratado contra el cambio climático en Bali. ¡Viva!
Falta mucho por hacer en nuestra Guatemala querida, pero dentro de 15 días podemos retomar fuerzas para seguir trabajando por un mejor país.
CAMBIANDO VIDAS
Juan es una estrella, con una energía imposible de no sentir o de cuantificar. Quería cambiar el país y lo hacía desde donde podía. Desde un abrazo de hermano, desde líder de su aula o del proyecto del seminario del Colegio Alemán con el objetivo de recaudar fondos para construir una escuela en El Mezquital en el año 2000.
De esos líderes que no sobran en el mundo, que no dicen “vayan” sino “vamos”, que dan el ejemplo con sencillez, amistad, carisma, humanidad, pasión, amor. Está en el cielo desde hace tres años, y sigue siendo una inspiración.
Nieto de un sanjuanero lustrador de zapatos que con trabajo se superó, e hijo de un hombre espectacular, Tulio, quien con trabajo ha convertido su empresa en estandarte nacional en exportación de no tradicionales hacia EE.UU. (preside de la Asociación Guatemalteca de Exportadores) y ha liderado la cooperativa Cuatro Pinos; Juan no podía ser sino una estrella.
Ahora, su familia ha creado una fundación para realizar los sueños de mi amigo Juan. Su primer proyecto fue un laboratorio de computación en Santiago Sacatepéquez que beneficia a 135 alumnos, en su mayoría mujeres.
Es sólo el primer paso de esta fundación recién nacida en julio y que tiene ya en la mira abrir en enero una clínica de Oftalmología en Uspantán, Quiché (junto a la Unidad Nacional de Oftalmología del Roosevelt), que en el futuro se convertirá en un hospital con costos simbólicos.
Trabajarán en proyectos de educación, salud y microcréditos.
Así que para dar un regalo de Navidad que no sea egoísta ni superficial, son bienvenidas las donaciones en la cuenta del Banco G&T a nombre de Fundación Juan Francisco García Comparini, cuenta 420000423-4, y en la 8a. calle 17-36 zona 15, colonia El Maestro (atrás de Canal 7); y para más información, se puede llamar a Vanessa García (5706-0378) o a Clara Barrios (5714-2900). ¡Feliz Navidad!
lunes, 17 de diciembre de 2007
martes, 11 de diciembre de 2007
Dignidad / Borrando con el codo
http://www.prensalibre.com/pl/2007/diciembre/11/190114.html
(1) Dignidad (Ley de Adopciones en la última plenaria del cuatrienio)
Esta columna quiero dirigirla a los diputados que inciden en el Congreso, en esta legislatura de cuatro años que tiene hoy su último día. Son don Rubén Darío, don Oliverio, don Arístides, don Eduardo Meyer, don Mariano Rayo, don Jorge Méndez, doña Roxana, don Leonel Soto, doña Nineth, doña Zury. Quiero, como ciudadano, pedirles un poco de dignidad para nuestro país y para los niños de nuestro país. Solo ustedes pueden mover al pleno para que se apruebe la ley de adopciones.
Ustedes bien saben que muchos de sus colegas –y quizá alguno de los líderes parlamentarios– son sobornados sin descaro por la mafia de abogados y hoteleros que hacen su agosto con el tráfico de niños guatemaltecos.
¿Se dan cuenta de que el Congreso de la República se deja usar como alfombra de la mafia? ¿Que de cinco mil niños que nacen en este país cada año, uno de cada cien es exportado a EE. UU. sin ninguna garantía, y muchísimos son robados de sus madres?
Es cierto, en la mafia no solo hay diputados. Hay abogados, médicos, funcionarios, jóvenes, mujeres, casa cunas, diplomáticos, hoteleros, agentes de viajes… es un asco.
Pero no sean parte de esto, por favor. ¿Y si a sus madres les hubieran robado a alguno de sus hermanos? ¿Y si fueran un guatemalteco pobre y les robaran a uno de sus hijos o sobrinos? Se ha publicado suficiente evidencia sobre cómo funciona el juego.
Ustedes tienen una representación, pero es también un privilegio, una responsabilidad. Utilícenla para aprobar la ley de adopciones y hacer algo legítimo por los niños que nacen en esta tierra y para que sus madres tengan más garantías como ciudadanas guatemaltecas.
Esta será –si ustedes presionan y logran quórum– la última plenaria de la sexta legislatura democrática. ¿Quieren que la historia los recuerde como los que se intentaron indemnizar (ni siquiera lo lograron) o como los que aprobaron la ley de adopciones?
(2) Borrando con el codo (Del dicho al hecho con Colom)
Da discursos buenísimos sobre las necesidades de revertir la exclusión contra los indígenas y los pobres el presidente Colom, pero su estrellita legislativa, Manuel Baldizón, recorta dinero a Educación y a Fontierras.
Acusa, con razón, que muchos militares del conflicto armado están detrás de la mafia y el crimen organizado y que someterá al Ejército a los acuerdos de paz, pero al frente de la Secretaría de Análisis Estratégico y la Secretaría de Asuntos Administrativos y de Seguridad (que se la da al presidente), dos bastiones del poder civil, colocó ya a dos flamantes militares.
Anunció que separaba a César Emilio Fajardo mientras lo investigaba el Ministerio Público por la acusación de tener nexos con quienes atentaron contra José Carlos Marroquín. Ajá; mientras necesitó de Marroquín y Fajardo, no le restaba votos. Fajardo volvió a ser su mano derecha, al menos en la conferencia de prensa de hace una semana.
Y colocar a Eduardo Meyer –que no tiene ni remota capacidad de maniobra política ni carisma ni la ética necesarios– en la presidencia del Congreso, a cambio de apoyar la indemnización a los diputados y de ampliar la Junta Directiva (qué vergüenza) para que quepan todos los chiquitos... si así son las vísperas, se cumplirán todos los pronósticos de que su bancada se paseará en sus intenciones de cambio.
En el Gabinete no hay equidad de género ni de etnia, y parece, en discursos, dejarse mangonear por Joviel Acevedo, y me pregunto por qué no colocó a Carlos Meany –uno de los empresarios más progres del país– en Arquitectura y no en Energía, donde no tiene trayectoria pública.
Sí, fue electo sin muchas esperanzas de cambio; por su partido, por el escaso margen de maniobra desde el Gobierno y porque no prometió el oro y el moro.
Estaba dando señales esperanzadoras en giras, nombramientos y discursos y el gobierno Berger-Stein le está echando el hombro para una transición civilizada. Pero lo que escribe bien, no lo borre con el codo tan temprano.
(1) Dignidad (Ley de Adopciones en la última plenaria del cuatrienio)
Esta columna quiero dirigirla a los diputados que inciden en el Congreso, en esta legislatura de cuatro años que tiene hoy su último día. Son don Rubén Darío, don Oliverio, don Arístides, don Eduardo Meyer, don Mariano Rayo, don Jorge Méndez, doña Roxana, don Leonel Soto, doña Nineth, doña Zury. Quiero, como ciudadano, pedirles un poco de dignidad para nuestro país y para los niños de nuestro país. Solo ustedes pueden mover al pleno para que se apruebe la ley de adopciones.
Ustedes bien saben que muchos de sus colegas –y quizá alguno de los líderes parlamentarios– son sobornados sin descaro por la mafia de abogados y hoteleros que hacen su agosto con el tráfico de niños guatemaltecos.
¿Se dan cuenta de que el Congreso de la República se deja usar como alfombra de la mafia? ¿Que de cinco mil niños que nacen en este país cada año, uno de cada cien es exportado a EE. UU. sin ninguna garantía, y muchísimos son robados de sus madres?
Es cierto, en la mafia no solo hay diputados. Hay abogados, médicos, funcionarios, jóvenes, mujeres, casa cunas, diplomáticos, hoteleros, agentes de viajes… es un asco.
Pero no sean parte de esto, por favor. ¿Y si a sus madres les hubieran robado a alguno de sus hermanos? ¿Y si fueran un guatemalteco pobre y les robaran a uno de sus hijos o sobrinos? Se ha publicado suficiente evidencia sobre cómo funciona el juego.
Ustedes tienen una representación, pero es también un privilegio, una responsabilidad. Utilícenla para aprobar la ley de adopciones y hacer algo legítimo por los niños que nacen en esta tierra y para que sus madres tengan más garantías como ciudadanas guatemaltecas.
Esta será –si ustedes presionan y logran quórum– la última plenaria de la sexta legislatura democrática. ¿Quieren que la historia los recuerde como los que se intentaron indemnizar (ni siquiera lo lograron) o como los que aprobaron la ley de adopciones?
(2) Borrando con el codo (Del dicho al hecho con Colom)
Da discursos buenísimos sobre las necesidades de revertir la exclusión contra los indígenas y los pobres el presidente Colom, pero su estrellita legislativa, Manuel Baldizón, recorta dinero a Educación y a Fontierras.
Acusa, con razón, que muchos militares del conflicto armado están detrás de la mafia y el crimen organizado y que someterá al Ejército a los acuerdos de paz, pero al frente de la Secretaría de Análisis Estratégico y la Secretaría de Asuntos Administrativos y de Seguridad (que se la da al presidente), dos bastiones del poder civil, colocó ya a dos flamantes militares.
Anunció que separaba a César Emilio Fajardo mientras lo investigaba el Ministerio Público por la acusación de tener nexos con quienes atentaron contra José Carlos Marroquín. Ajá; mientras necesitó de Marroquín y Fajardo, no le restaba votos. Fajardo volvió a ser su mano derecha, al menos en la conferencia de prensa de hace una semana.
Y colocar a Eduardo Meyer –que no tiene ni remota capacidad de maniobra política ni carisma ni la ética necesarios– en la presidencia del Congreso, a cambio de apoyar la indemnización a los diputados y de ampliar la Junta Directiva (qué vergüenza) para que quepan todos los chiquitos... si así son las vísperas, se cumplirán todos los pronósticos de que su bancada se paseará en sus intenciones de cambio.
En el Gabinete no hay equidad de género ni de etnia, y parece, en discursos, dejarse mangonear por Joviel Acevedo, y me pregunto por qué no colocó a Carlos Meany –uno de los empresarios más progres del país– en Arquitectura y no en Energía, donde no tiene trayectoria pública.
Sí, fue electo sin muchas esperanzas de cambio; por su partido, por el escaso margen de maniobra desde el Gobierno y porque no prometió el oro y el moro.
Estaba dando señales esperanzadoras en giras, nombramientos y discursos y el gobierno Berger-Stein le está echando el hombro para una transición civilizada. Pero lo que escribe bien, no lo borre con el codo tan temprano.
martes, 4 de diciembre de 2007
No somos generationnext
http://www.prensalibre.com/pl/2007/diciembre/04/189507.html
Las reflexiones que acompañan el cumplir 25 años como guatemalteco en este planeta del año 2007 d. C. -y las indignaciones por la indemnización parlamentaria (que dudo que se quiten) y por el último lugar en el índice de desarrollo humano- me incitan a reivindicar a nuestra generación de jóvenes.
A ver, yo alcancé mi mayoría de edad digamos que el 14 de enero del año 2001, con 18 años, y a un mes de empezar a trabajar como aprendiz de reportero. Eran tiempos del inicio del FRG-portillismo, de la decepción porque la paz no rendía los frutos por el “desgobierno” y el “des-sistema”, por el crack del café, y cuando las mafias encontrarían la puerta abierta en el país.
Sólo he vivido el México del Partido Acción Nacional, de Vicente Fox y Felipe Calderón (cuya política estatal hacia Centroamérica es militarizar la frontera y criminalizarnos como ellos aborrecen que los criminalicen en EE.UU., para reafirmar su identidad de norteamericanos y no sucios latinos). Sólo he vivido el EE.UU. de W. Bush (no hace falta describir cómo se ha paseado en el mundo).
Son tiempos en los que los de la generación de mis padres (no quiere decir mis padres) fracasan en convencernos cuando nos dicen: “Ay, de patojo sos incendiario y, de viejo, apaga-fuegos”. Tenemos tanto acceso a la información que, si no nos convence lo que dicen, podemos googlearlo. Por primera vez en 50 años, una generación guatemalteca puede cuestionar el racismo y la desigualdad, sin que una parte de la población le diga comunista y lo haga merecedor de la cárcel, el exilio o la muerte.
Tiempos lejanos de Guerra Fría y la etapa de yihad islámica, que llegó hasta Nueva York, y la invasión a Irak y esa matansinga como las de África y Colombia o las urbes tercermundistas. Tiempos en que el Consenso de Washington (de liberar las economías latinoamericanas) es un fracaso admitido por casi todos los neoliberales, a excepción de nuestros paladines guatemaltecos. Son tiempos en los que el Big Brother y el Latin American Idol son los referentes de éxito. En los que se hacen hits musicales de ring-tones, en los que YouTube, MSN, Hi5 o Facebook son mucho más parte de la identidad urbana que la marimba, casi que de ir a misa o almorzar en casa.
Creo que los viejos (sí, 40 años, viejos) no se dan cuenta de que somos menos manipulables, de que somos un poquito más ciudadanos del mundo gracias a la universalización de la información con los cibercafés. Que podemos tener juicios críticos. Por ejemplo, no nos basta con que nos digan que Hugo Chávez es el demonio y que por un misterio indescifrable ha ganado como seis elecciones democráticas. Es un fascista, pero ha ganado por políticas sociales para los pobres que antes los otros gobiernos no hacían. Entonces, a Chávez tienen que vencerlo los venezolanos con opciones políticas que redistribuyan los excesos que deja el petróleo, pero sin convertir al países en un Estado monopersonal, sino en una república democrática. ¡Y qué bueno que perdió el domingo!
Mi generación votó contra Efraín Ríos Montt en el 2003 y contra Otto Pérez Molina en el 2007. Y espera que Álvaro Colom no sea sólo “el presidente de los pobres”, sino que empiece a convertir a Guatemala en un país viable y más digno, en donde uno de cada 10 guatemaltecos no tenga que irse al Norte para poder comer dignamente.
En fin, desde esta tribuna quiero recordarles a los viejos que tienen el poder político, económico y cultural -los que nacieron en la década de 1950, guatemaltecos, fueron jóvenes durante el peor período de la historia nacional (el quinquenio negro de 1978 al 83), y que ahora se debaten entre el conservadurismo neoliberal y una “socialdemocracia” conservadora-, quiero recordarles que nos dejan un país que no nos gusta, que es inhabitable. Que el país está mejor que el que recibieron, pero que es una vergüenza latinoamericana y mundial, el más desigual, el más racista del continente, con los peores índices de desarrollo humano.
Quizás ustedes deberían pensar de nuevo si no se convirtieron en apaga-fuegos demasiado temprano, quizás allá por sus 25 años. Espero que no los imitemos y que nuestros hijos, dentro de 25 ó 30 años, puedan escribir algo distinto en estas u otras tribunas.
Las reflexiones que acompañan el cumplir 25 años como guatemalteco en este planeta del año 2007 d. C. -y las indignaciones por la indemnización parlamentaria (que dudo que se quiten) y por el último lugar en el índice de desarrollo humano- me incitan a reivindicar a nuestra generación de jóvenes.
A ver, yo alcancé mi mayoría de edad digamos que el 14 de enero del año 2001, con 18 años, y a un mes de empezar a trabajar como aprendiz de reportero. Eran tiempos del inicio del FRG-portillismo, de la decepción porque la paz no rendía los frutos por el “desgobierno” y el “des-sistema”, por el crack del café, y cuando las mafias encontrarían la puerta abierta en el país.
Sólo he vivido el México del Partido Acción Nacional, de Vicente Fox y Felipe Calderón (cuya política estatal hacia Centroamérica es militarizar la frontera y criminalizarnos como ellos aborrecen que los criminalicen en EE.UU., para reafirmar su identidad de norteamericanos y no sucios latinos). Sólo he vivido el EE.UU. de W. Bush (no hace falta describir cómo se ha paseado en el mundo).
Son tiempos en los que los de la generación de mis padres (no quiere decir mis padres) fracasan en convencernos cuando nos dicen: “Ay, de patojo sos incendiario y, de viejo, apaga-fuegos”. Tenemos tanto acceso a la información que, si no nos convence lo que dicen, podemos googlearlo. Por primera vez en 50 años, una generación guatemalteca puede cuestionar el racismo y la desigualdad, sin que una parte de la población le diga comunista y lo haga merecedor de la cárcel, el exilio o la muerte.
Tiempos lejanos de Guerra Fría y la etapa de yihad islámica, que llegó hasta Nueva York, y la invasión a Irak y esa matansinga como las de África y Colombia o las urbes tercermundistas. Tiempos en que el Consenso de Washington (de liberar las economías latinoamericanas) es un fracaso admitido por casi todos los neoliberales, a excepción de nuestros paladines guatemaltecos. Son tiempos en los que el Big Brother y el Latin American Idol son los referentes de éxito. En los que se hacen hits musicales de ring-tones, en los que YouTube, MSN, Hi5 o Facebook son mucho más parte de la identidad urbana que la marimba, casi que de ir a misa o almorzar en casa.
Creo que los viejos (sí, 40 años, viejos) no se dan cuenta de que somos menos manipulables, de que somos un poquito más ciudadanos del mundo gracias a la universalización de la información con los cibercafés. Que podemos tener juicios críticos. Por ejemplo, no nos basta con que nos digan que Hugo Chávez es el demonio y que por un misterio indescifrable ha ganado como seis elecciones democráticas. Es un fascista, pero ha ganado por políticas sociales para los pobres que antes los otros gobiernos no hacían. Entonces, a Chávez tienen que vencerlo los venezolanos con opciones políticas que redistribuyan los excesos que deja el petróleo, pero sin convertir al países en un Estado monopersonal, sino en una república democrática. ¡Y qué bueno que perdió el domingo!
Mi generación votó contra Efraín Ríos Montt en el 2003 y contra Otto Pérez Molina en el 2007. Y espera que Álvaro Colom no sea sólo “el presidente de los pobres”, sino que empiece a convertir a Guatemala en un país viable y más digno, en donde uno de cada 10 guatemaltecos no tenga que irse al Norte para poder comer dignamente.
En fin, desde esta tribuna quiero recordarles a los viejos que tienen el poder político, económico y cultural -los que nacieron en la década de 1950, guatemaltecos, fueron jóvenes durante el peor período de la historia nacional (el quinquenio negro de 1978 al 83), y que ahora se debaten entre el conservadurismo neoliberal y una “socialdemocracia” conservadora-, quiero recordarles que nos dejan un país que no nos gusta, que es inhabitable. Que el país está mejor que el que recibieron, pero que es una vergüenza latinoamericana y mundial, el más desigual, el más racista del continente, con los peores índices de desarrollo humano.
Quizás ustedes deberían pensar de nuevo si no se convirtieron en apaga-fuegos demasiado temprano, quizás allá por sus 25 años. Espero que no los imitemos y que nuestros hijos, dentro de 25 ó 30 años, puedan escribir algo distinto en estas u otras tribunas.
lunes, 26 de noviembre de 2007
Alzheimer político
Venga, deje de cuidar a los nietos, juéguese su prestigio y su pellejo, resista los embates de los políticos, de la opinión pública y los abogados, no se corrompa, no cometa errores, salve a la democracia y después váyase a la mierda sin indemnización ni reconocimientos.
Poco menos es lo que están haciendo políticos y formadores de opinión pública con los magistrados del Tribunal Supremo Electoral (TSE). Quiero hacerles un poco de memoria a ellos (los políticos y los formadores de opinión), a los ciudadanos y a los congresistas.
Entre estos cinco magistrados están dos de los guatemaltecos más íntegros y probos que conozco: Ángel Alfredo Figueroa y Raymundo Caz; dos eferregistas de pura cepa: Aníbal Valenzuela y Zolia Villela; y uno que ha sido en ocasiones balanza positiva pero también un obstáculo para el buen funcionamiento del TSE, Óscar Bolaños.
Fueron electos en el 2003 y gracias a ellos, en especial al trabajo de Figueroa y Caz, se pudieron organizar unas elecciones que nadie creía que pudieran salvarse de la manipulación del partido de Efraín Ríos Montt. Los entonces nuevos magistrados –casualmente en ese momento nadie cuestionó su “inexperiencia”- se fajaron para organizar y administrar unas elecciones tan transparentes que oposición, oficialismo y observadores nacionales e internacionales validaron sin titubeos.
Acá viene la primera muestra de Alzheimer: Desde el 2006 en la Comisión de Asuntos Electorales del Congreso empezó a crear el temor por la inexperiencia de los magistrados y la nostalgia por los anteriores. A mí me tocó cubrir muchas de estas citaciones a los magistrados y parecía haber una estrategia muy fina de diputados del PP, UNE, FRG y unionistas respecto del TSE.
Más que fiscalizarlos por la solicitud de un aumento de presupuesto y los planes de duplicar la cantidad de mesas electorales, era un esfuerzo de cuestionamiento para debilitarlos ante posibles alegatos de fraude por “su inexperiencia y su falta de carácter” el 10 de septiembre o el 5 de noviembre pasados. Los periodistas, mea culpa, podríamos haber hecho menos eco a ese populismo. Eso sí, un matutino, pequeño, bravucón y ultra, tuvo una campaña sistemática contra el TSE.
Otra muestra de Alzheimer: Los magistrados parecieron débiles cuando no pudieron evitar la campaña anticipada de Otto Pérez Molina porque éste recurrió a la Corte Suprema de Justicia cuando el TSE le ordenó retirar la propaganda. ¡Oh sorpresa! Los mismos diputados le entregaron al TSE una reforma electoral sin dientes para multar o tener poder coercitivo. Y claro, después reclaman que eran unos cobardes y debiluchos. Durante toda la campaña ésa fue la tónica. El presidente del TSE, Bolaños, no se ayudó y fue un pésimo comunicador de sus ideas y logros.
Otro Alzheimer: Ahora ya todos parecemos habernos olvidado que el TSE estuvo impecable en las elecciones. Eso a pesar de haber duplicado el número de centros de votación para llevarlos a las aldeas más remota. Y nadie dijo algún pero sustentado sobre los resultados de las elecciones.
Ahora la Corte de Constitucionalidad envió al Congreso el expediente sobre el posible retiro del antejuicio contra los magistrados. La verdad es que no tengo la certeza del fallo “técnico” de la CC, porque salvo excepciones como Francisco Flores, el ente es político o politiquero.
Y no importa el asunto que vayan a juzgar sobre el antejuicio, con conocimiento de causa sospecho que sobrarán diputados, la mayoría ruidosos y sobre todo quienes estuvieron en la comisión de asuntos electorales, que se hacen agua la boca para cobrarse venganza por los momentos en que no pudieron doblegar la rodilla de “los viejitos”, esos magistrados íntegros del TSE. Y la mayor parte de los diputados no tienen interés ni lucidez para tomar una decisión por su propio juicio.
Ahora se conformó una coyuntura en que los magistrados aparecen como lagartos porque no sólo “quitaron credibilidad” al TSE sino que “además” quieren cobrarse una indemnización. Pedimos funcionarios de primera línea para la institución más respetada de la democracia guatemalteca, que sean incorruptibles pero que después sean mendigos de trabajo al salir del puesto. Para mí, tienen derecho a una indemnización.
Cuando llegue al pleno el expediente sobre el antejuicio –hoy se sortea la comisión pesquisidora-, espero como ciudadano que los diputados de vieja guardia y las valientes, quienes han movido al Congreso estos cuatro años, saquen la casta y eviten un linchamiento inmerecido.
Poco menos es lo que están haciendo políticos y formadores de opinión pública con los magistrados del Tribunal Supremo Electoral (TSE). Quiero hacerles un poco de memoria a ellos (los políticos y los formadores de opinión), a los ciudadanos y a los congresistas.
Entre estos cinco magistrados están dos de los guatemaltecos más íntegros y probos que conozco: Ángel Alfredo Figueroa y Raymundo Caz; dos eferregistas de pura cepa: Aníbal Valenzuela y Zolia Villela; y uno que ha sido en ocasiones balanza positiva pero también un obstáculo para el buen funcionamiento del TSE, Óscar Bolaños.
Fueron electos en el 2003 y gracias a ellos, en especial al trabajo de Figueroa y Caz, se pudieron organizar unas elecciones que nadie creía que pudieran salvarse de la manipulación del partido de Efraín Ríos Montt. Los entonces nuevos magistrados –casualmente en ese momento nadie cuestionó su “inexperiencia”- se fajaron para organizar y administrar unas elecciones tan transparentes que oposición, oficialismo y observadores nacionales e internacionales validaron sin titubeos.
Acá viene la primera muestra de Alzheimer: Desde el 2006 en la Comisión de Asuntos Electorales del Congreso empezó a crear el temor por la inexperiencia de los magistrados y la nostalgia por los anteriores. A mí me tocó cubrir muchas de estas citaciones a los magistrados y parecía haber una estrategia muy fina de diputados del PP, UNE, FRG y unionistas respecto del TSE.
Más que fiscalizarlos por la solicitud de un aumento de presupuesto y los planes de duplicar la cantidad de mesas electorales, era un esfuerzo de cuestionamiento para debilitarlos ante posibles alegatos de fraude por “su inexperiencia y su falta de carácter” el 10 de septiembre o el 5 de noviembre pasados. Los periodistas, mea culpa, podríamos haber hecho menos eco a ese populismo. Eso sí, un matutino, pequeño, bravucón y ultra, tuvo una campaña sistemática contra el TSE.
Otra muestra de Alzheimer: Los magistrados parecieron débiles cuando no pudieron evitar la campaña anticipada de Otto Pérez Molina porque éste recurrió a la Corte Suprema de Justicia cuando el TSE le ordenó retirar la propaganda. ¡Oh sorpresa! Los mismos diputados le entregaron al TSE una reforma electoral sin dientes para multar o tener poder coercitivo. Y claro, después reclaman que eran unos cobardes y debiluchos. Durante toda la campaña ésa fue la tónica. El presidente del TSE, Bolaños, no se ayudó y fue un pésimo comunicador de sus ideas y logros.
Otro Alzheimer: Ahora ya todos parecemos habernos olvidado que el TSE estuvo impecable en las elecciones. Eso a pesar de haber duplicado el número de centros de votación para llevarlos a las aldeas más remota. Y nadie dijo algún pero sustentado sobre los resultados de las elecciones.
Ahora la Corte de Constitucionalidad envió al Congreso el expediente sobre el posible retiro del antejuicio contra los magistrados. La verdad es que no tengo la certeza del fallo “técnico” de la CC, porque salvo excepciones como Francisco Flores, el ente es político o politiquero.
Y no importa el asunto que vayan a juzgar sobre el antejuicio, con conocimiento de causa sospecho que sobrarán diputados, la mayoría ruidosos y sobre todo quienes estuvieron en la comisión de asuntos electorales, que se hacen agua la boca para cobrarse venganza por los momentos en que no pudieron doblegar la rodilla de “los viejitos”, esos magistrados íntegros del TSE. Y la mayor parte de los diputados no tienen interés ni lucidez para tomar una decisión por su propio juicio.
Ahora se conformó una coyuntura en que los magistrados aparecen como lagartos porque no sólo “quitaron credibilidad” al TSE sino que “además” quieren cobrarse una indemnización. Pedimos funcionarios de primera línea para la institución más respetada de la democracia guatemalteca, que sean incorruptibles pero que después sean mendigos de trabajo al salir del puesto. Para mí, tienen derecho a una indemnización.
Cuando llegue al pleno el expediente sobre el antejuicio –hoy se sortea la comisión pesquisidora-, espero como ciudadano que los diputados de vieja guardia y las valientes, quienes han movido al Congreso estos cuatro años, saquen la casta y eviten un linchamiento inmerecido.
martes, 20 de noviembre de 2007
Esta historia desde otros anteojos
http://www.prensalibre.com/pl/2007/noviembre/20/188236.html
La escena es un barco, grande, estoy en cubierta, casi no entra luz y hace mucho calor, es en medio del océano Atlántico, allá por 1570. No puedo moverme porque junto a mí hay otras decenas de personas. No le entiendo nada a nadie; hablan idiomas parecidos al mío, pero indescifrables.
No llevo nada más de lo que tengo puesto, ni siquiera un tambor. No sé por qué me metieron acá. Casi no nos dan de comer ni de beber, y el vaivén del barco provoca unos mareos que hacen que esto apeste a sudor y a vómitos… y al que se enferme o se quede moribundo, lo tiran al mar.
Después de no sé cuántos días llegamos no sé a dónde. El clima es parecido al que dejé en mi tierra. Nos llevan a unas plantaciones de azúcar, donde trabajamos de sol a sol y no podemos hablar con nadie. No es sino hasta la noche cuando empiezan algunos a contar cuentos y a hacer tambores para descansar al alma...
El día en la plantación de azúcar en el Caribe no tenía salsa ni merengue; fue una prisión para los esclavos africanos. Un profesor africano que tengo, Landry Miampika, nos transportó a través de las barreras del tiempo y el espacio y el color de la piel hasta el Caribe, hace cinco siglos, para volver a pensar la historia desde la óptica del otro, del vencido, del esclavo.
Así aprendí que, durante el día, las plantaciones eran una prisión, y por las noches, un espacio de resistencia y de creación desde la nada de la cultura africana; y así, por ejemplo, mantuvieron pasos o ritmos que ahora son de salsa que vienen de rituales para la diosa Yemayá, o que el carnaval empezó como el único día que dejaban ser libres a los esclavos, y por eso ahora en Brasil, en Río, todo el año gira en torno de prepararse para la fiesta del año...
Entonces, después de ese viaje por el Caribe americano (desde Nueva Orleans hasta Río de Janeiro), tenía que aterrizar en Guatemala para pensarla de nuevo, desde los ojos de otros. La Guatemala en la que la finca no es sólo una unidad productora o un espacio de ocio, sino una prisión a donde tengo que ir la mitad del año para poder comer y donde me esclavizaban (o esclavizan) a mí, a mi mujer, a mis hijos, y un espacio de resistencia cultural.
La Guatemala en la que el cuarto de servicio en una casa capitalina (esa ciudad del aire contaminado, del ruido, de la inseguridad y los hombres y mujeres sin corazón ni gracia) es también una pequeña prisión, pero una única opción para mandar dinero a casa en la provincia o para escapar de esa aldea, una renuncia a la pobreza extrema.
¿Qué pasaría si volvemos a pensar la historia de Guatemala? La historia de mi abuelo y la de su abuelo y la del abuelo del que no pensamos que tiene abuelo, sino sólo es parte de un grupo abandonado por dios para la desgracia eterna en este mundo y este país.
Una historia que tiene muchas sombras, muchas luces, muchos mártires, muchos héroes, diablos y soñadores. La historia de una tierra de mayas de pirámides y mayas contemporáneos, a los que aún no entendemos desde la capital o desde la costa o desde el oriente. Una tierra de mestizos, caribeños y criollos a la que tampoco entendemos ni desde el altiplano ni desde ninguna otra parte del país o del planeta.
La historia contada desde las voces de los primeros liberales del siglo XIX, que luchaban por una Federación Centroamericana más justa que la conservadora que proponía Guatemala; los unionistas de los años 20, los revolucionarios, los democráticos y los guerrilleros, los estudiantes, los líderes que han mantenido a Totonicapán, los que intentaban genuinamente hacer un país más justo desde dentro del sistema, los que desde fuera hacían que el mundo no se olvidara de Guatemala, los que se enfrentaron a los militares para lograr la democracia, los que firmaron la paz, los escritores y poetas, los que mandan dinero en remesas, los que cantan canciones y los que luchan contra el muro de estupidez para que no mueran el arte ni la lucidez en esta tierra… tanta historia, tantas historias. ¿Cuándo nos daremos un tentempié?
La escena es un barco, grande, estoy en cubierta, casi no entra luz y hace mucho calor, es en medio del océano Atlántico, allá por 1570. No puedo moverme porque junto a mí hay otras decenas de personas. No le entiendo nada a nadie; hablan idiomas parecidos al mío, pero indescifrables.
No llevo nada más de lo que tengo puesto, ni siquiera un tambor. No sé por qué me metieron acá. Casi no nos dan de comer ni de beber, y el vaivén del barco provoca unos mareos que hacen que esto apeste a sudor y a vómitos… y al que se enferme o se quede moribundo, lo tiran al mar.
Después de no sé cuántos días llegamos no sé a dónde. El clima es parecido al que dejé en mi tierra. Nos llevan a unas plantaciones de azúcar, donde trabajamos de sol a sol y no podemos hablar con nadie. No es sino hasta la noche cuando empiezan algunos a contar cuentos y a hacer tambores para descansar al alma...
El día en la plantación de azúcar en el Caribe no tenía salsa ni merengue; fue una prisión para los esclavos africanos. Un profesor africano que tengo, Landry Miampika, nos transportó a través de las barreras del tiempo y el espacio y el color de la piel hasta el Caribe, hace cinco siglos, para volver a pensar la historia desde la óptica del otro, del vencido, del esclavo.
Así aprendí que, durante el día, las plantaciones eran una prisión, y por las noches, un espacio de resistencia y de creación desde la nada de la cultura africana; y así, por ejemplo, mantuvieron pasos o ritmos que ahora son de salsa que vienen de rituales para la diosa Yemayá, o que el carnaval empezó como el único día que dejaban ser libres a los esclavos, y por eso ahora en Brasil, en Río, todo el año gira en torno de prepararse para la fiesta del año...
Entonces, después de ese viaje por el Caribe americano (desde Nueva Orleans hasta Río de Janeiro), tenía que aterrizar en Guatemala para pensarla de nuevo, desde los ojos de otros. La Guatemala en la que la finca no es sólo una unidad productora o un espacio de ocio, sino una prisión a donde tengo que ir la mitad del año para poder comer y donde me esclavizaban (o esclavizan) a mí, a mi mujer, a mis hijos, y un espacio de resistencia cultural.
La Guatemala en la que el cuarto de servicio en una casa capitalina (esa ciudad del aire contaminado, del ruido, de la inseguridad y los hombres y mujeres sin corazón ni gracia) es también una pequeña prisión, pero una única opción para mandar dinero a casa en la provincia o para escapar de esa aldea, una renuncia a la pobreza extrema.
¿Qué pasaría si volvemos a pensar la historia de Guatemala? La historia de mi abuelo y la de su abuelo y la del abuelo del que no pensamos que tiene abuelo, sino sólo es parte de un grupo abandonado por dios para la desgracia eterna en este mundo y este país.
Una historia que tiene muchas sombras, muchas luces, muchos mártires, muchos héroes, diablos y soñadores. La historia de una tierra de mayas de pirámides y mayas contemporáneos, a los que aún no entendemos desde la capital o desde la costa o desde el oriente. Una tierra de mestizos, caribeños y criollos a la que tampoco entendemos ni desde el altiplano ni desde ninguna otra parte del país o del planeta.
La historia contada desde las voces de los primeros liberales del siglo XIX, que luchaban por una Federación Centroamericana más justa que la conservadora que proponía Guatemala; los unionistas de los años 20, los revolucionarios, los democráticos y los guerrilleros, los estudiantes, los líderes que han mantenido a Totonicapán, los que intentaban genuinamente hacer un país más justo desde dentro del sistema, los que desde fuera hacían que el mundo no se olvidara de Guatemala, los que se enfrentaron a los militares para lograr la democracia, los que firmaron la paz, los escritores y poetas, los que mandan dinero en remesas, los que cantan canciones y los que luchan contra el muro de estupidez para que no mueran el arte ni la lucidez en esta tierra… tanta historia, tantas historias. ¿Cuándo nos daremos un tentempié?
lunes, 12 de noviembre de 2007
Realpolitik
http://www.prensalibre.com/pl/2007/noviembre/13/187637.html
Creo que en estos últimos siete años —los de mi vida como ciudadano— no había tenido una sensación como la actual, de orgullo por la lucidez en la política guatemalteca. Es un disfrute poder contar noticias positivas del país de uno al resto del continente.
Felicitaciones, presidente Berger, por ese gesto de haber invitado al presidente electo, Colom, a Chile y presentarlo ante la comunidad iberoamericana de jefes de Estado. Eso es de un estadista. Qué bien es leer humildad y civilización en una conferencia conjunta entre los dos presidentes de Guatemala.
Felicitaciones, presidente Colom, por haber escogido desde antes y con mucha discreción como canciller a Haroldo Rodas, diplomático de carrera, con especialización en Ginebra, centroamericanista, con redes de contactos y galardonado con la Orden del Quetzal... Creo que él era uno de los poquísimos que podría haber sucedido con dignidad al guatemalteco que mejor nos ha representado en la diplomacia mundial en el siglo XX, Gert Rosenthal. Qué distinto de hace cuatro años, cuando el presidente Berger cumplió con el “pacto electoral” de la Gana y puso a dirigir la Cancillería a alguien que no hablaba inglés más que para decir “yes, yes” a EE. UU.
Hacer esos viajes de presentación y para tender puentes con los vecinos mesoamericanos (México, Centroamérica y Colombia) y con los socios estratégicos España y Brasil, y aprovechar cumbres y actos en Argentina y Chile merece también un aplauso al nuevo Gobierno, al Tribunal Supremo Electoral por proponer estos dos meses entre la votación y la toma de posesión, y al Congreso, por aprobarlo. Bien como Estado. Qué bien poner acento latinoamericanista en la política exterior e ir sólo después a Washington, para mantener una realpolitik y relaciones cordiales (pero no serviles, coloniales) con el principal socio comercial y una potencia política que puede ser buena vecina, pero ahora no tiene tiempo para pensar en América Latina por el avispero que creó en Irak y el que dejó crear en Medio Oriente.
En política exterior deben dejarse idealismos o miedos de acercarse a los demonios (siempre que los demonios no sean demonios, como Irán) y aplicar principios del bienestar para la Nación y para los ciudadanos guatemaltecos y el realismo, Realpolitik. Por ejemplo, se puede bien cerrar la boca o los oídos a la charlatanería de adolescente autoritario del venezolano (electo democráticamente) Chávez, y prestar atención a la oferta de adhesión a Petrocaribe, que puede representar un respiro al alza interminable de los precios del petróleo.
Que si así los conservadores guatemaltecos y algún radical estadounidense van a patalear porque el presidente de Guatemala sale en una foto firmando un documento con Chávez… que pataleen. O que vayan a convencer a Calderón en México, o a la OPEP, o a la Shell, de que nos den petróleo barato. Washington no debería meterse ni enojarse, como no lo hace cuando Uribe en Colombia tiene relaciones cordiales y civilizadas con Chávez, o cuando la República Dominicana o Trinidad o Nicaragua son parte de Petrocaribe. Realpolitik.
El mundo (y sus periódicos) en el que medio se sabe dónde queda Guatemala (América Latina, EE. UU. y Europa Occidental) ha recibido más ilusionado que los guatemaltecos la victoria de un “socialdemócrata”, y no un militar de extrema derecha en el país de la eterna primavera (y de la impunidad y la esperanza, diría un maestro guatemalteco).
Creo que como marketing fuera de Guatemala, a Colom le ha servido autodescribirse como socialdemócrata (nadie lo cuestiona, aunque no saben nada de él). Sin embargo, al menos él debería dejar de engañarse cuando en realidad es un socialcristiano, liberal en lo social y conservador en lo moral. Igual de legítimo, pero un poco más honesto para describir a Colom y la actuación de la UNE. Esto puede evitarle decepciones.
Antes de cerrar esta columna por hoy y de desearle éxitos en su política exterior al nuevo presidente, no puedo evitar alegrarme y preocuparme por los patriotistas. Alegrarme, porque no quedaron, y preocuparme, porque ya empezaron con su politiquería en el Congreso, oponiéndose junto al FRG al Ietaap por estar en la oposición (pero si hubieran ganado, lo habrían promovido). Ah, la adolescencia política.
Creo que en estos últimos siete años —los de mi vida como ciudadano— no había tenido una sensación como la actual, de orgullo por la lucidez en la política guatemalteca. Es un disfrute poder contar noticias positivas del país de uno al resto del continente.
Felicitaciones, presidente Berger, por ese gesto de haber invitado al presidente electo, Colom, a Chile y presentarlo ante la comunidad iberoamericana de jefes de Estado. Eso es de un estadista. Qué bien es leer humildad y civilización en una conferencia conjunta entre los dos presidentes de Guatemala.
Felicitaciones, presidente Colom, por haber escogido desde antes y con mucha discreción como canciller a Haroldo Rodas, diplomático de carrera, con especialización en Ginebra, centroamericanista, con redes de contactos y galardonado con la Orden del Quetzal... Creo que él era uno de los poquísimos que podría haber sucedido con dignidad al guatemalteco que mejor nos ha representado en la diplomacia mundial en el siglo XX, Gert Rosenthal. Qué distinto de hace cuatro años, cuando el presidente Berger cumplió con el “pacto electoral” de la Gana y puso a dirigir la Cancillería a alguien que no hablaba inglés más que para decir “yes, yes” a EE. UU.
Hacer esos viajes de presentación y para tender puentes con los vecinos mesoamericanos (México, Centroamérica y Colombia) y con los socios estratégicos España y Brasil, y aprovechar cumbres y actos en Argentina y Chile merece también un aplauso al nuevo Gobierno, al Tribunal Supremo Electoral por proponer estos dos meses entre la votación y la toma de posesión, y al Congreso, por aprobarlo. Bien como Estado. Qué bien poner acento latinoamericanista en la política exterior e ir sólo después a Washington, para mantener una realpolitik y relaciones cordiales (pero no serviles, coloniales) con el principal socio comercial y una potencia política que puede ser buena vecina, pero ahora no tiene tiempo para pensar en América Latina por el avispero que creó en Irak y el que dejó crear en Medio Oriente.
En política exterior deben dejarse idealismos o miedos de acercarse a los demonios (siempre que los demonios no sean demonios, como Irán) y aplicar principios del bienestar para la Nación y para los ciudadanos guatemaltecos y el realismo, Realpolitik. Por ejemplo, se puede bien cerrar la boca o los oídos a la charlatanería de adolescente autoritario del venezolano (electo democráticamente) Chávez, y prestar atención a la oferta de adhesión a Petrocaribe, que puede representar un respiro al alza interminable de los precios del petróleo.
Que si así los conservadores guatemaltecos y algún radical estadounidense van a patalear porque el presidente de Guatemala sale en una foto firmando un documento con Chávez… que pataleen. O que vayan a convencer a Calderón en México, o a la OPEP, o a la Shell, de que nos den petróleo barato. Washington no debería meterse ni enojarse, como no lo hace cuando Uribe en Colombia tiene relaciones cordiales y civilizadas con Chávez, o cuando la República Dominicana o Trinidad o Nicaragua son parte de Petrocaribe. Realpolitik.
El mundo (y sus periódicos) en el que medio se sabe dónde queda Guatemala (América Latina, EE. UU. y Europa Occidental) ha recibido más ilusionado que los guatemaltecos la victoria de un “socialdemócrata”, y no un militar de extrema derecha en el país de la eterna primavera (y de la impunidad y la esperanza, diría un maestro guatemalteco).
Creo que como marketing fuera de Guatemala, a Colom le ha servido autodescribirse como socialdemócrata (nadie lo cuestiona, aunque no saben nada de él). Sin embargo, al menos él debería dejar de engañarse cuando en realidad es un socialcristiano, liberal en lo social y conservador en lo moral. Igual de legítimo, pero un poco más honesto para describir a Colom y la actuación de la UNE. Esto puede evitarle decepciones.
Antes de cerrar esta columna por hoy y de desearle éxitos en su política exterior al nuevo presidente, no puedo evitar alegrarme y preocuparme por los patriotistas. Alegrarme, porque no quedaron, y preocuparme, porque ya empezaron con su politiquería en el Congreso, oponiéndose junto al FRG al Ietaap por estar en la oposición (pero si hubieran ganado, lo habrían promovido). Ah, la adolescencia política.
lunes, 5 de noviembre de 2007
¿Por qué perdió Mano Dura?
http://www.prensalibre.com/pl/2007/noviembre/06/186993.html
Un buen amigo experto en política me vaticinó, desde hace meses, que las segundas vueltas no se ganan, se pierden. El resultado de ayer es prueba de esto. Otto Pérez Molina es el principal responsable de su derrota.
Después de invertir mucho dinero y utilizar tácticas poco ortodoxas, había logrado ponerse en ventaja y estar a punto de romper el mito de ser un candidato que ganara en su primera participación. Sin embargo, una hilera de decisiones equivocadas hizo que se dejara rebasar de nuevo por el ahora presidente Colom.
Empecemos a recordarlas. La primera fue la falta de respeto a los electores, al no asistir a los foros para debatir sus ideas; claro, a excepción de Libre Encuentro, en una muestra de lo que hubiera sido su mandato o el mensaje que envió: mucha atención a la élite económica y poca atención a la ciudadanía. Y mucha “mano aguada” para enfrentarse a su adversario.
Se alió con “el diablo”, el FRG, y quedó felizmente demostrado que la influencia de los caciques del riosmontismo es ya nula en sus otrora “bastiones”, Quiché, Escuintla, Huehuetenango y San Marcos, donde Colom apaleó. También quedó en evidencia lo inútil de aliarse con los flamantes “21 de 23 secretarios departamentales de la Gana”.
Su insignia anticorrupción, Anabella de León, perdió toda credibilidad, al demostrarse un caso de corrupción en su contra con el fin de semana en Casa Santo Domingo. Y del momento de crisis no pudo salir avante. A una semana de la elección debió haber expulsado a la diputada reelecta y mostrar “carácter y decisión”. Pero no lo hizo.
El abuso de las campañas negras le reviró en los últimos 45 días, porque hastiaron a la ciudadanía y, cuando empezó a ser víctima de las campañas, esto provocó apatía y solo la mitad de capitalinos y urbanos fueron a votar. Esto impidió que tuviera más votos conservadores. Que después se hayan quejado como niños de Primera Comunión, también les quitó imagen de machitos.
Hubo otros dos factores. Se apretaron los tornillos en fiscalización y salió a luz su relación directa y formal con los capos de Izabal. En vez de rebatirla, fue reforzada con las amenazas que su partido dirigió contra los reporteros de elPeriódico Hilda Mérida y Enrique Castañeda por investigarlo.
De verdad que no entiendo cómo se les pudo subir la victoria tan rápido a la cabeza; sobre todo, porque siempre fue segundo lugar peleando duro por alcanzar al primero. Quizás se repite una tendencia del 2003, cuando la Gana supo, según sus encuestas internas, que iba detrás de la UNE y apretó. Esto pudo haber sido lo que le pasó a la UNE esta vez: vio que la rebasaban y apretó.
Otro factor, externo y deleznable, sobre el que no tuvo responsabilidad, fue el asesinato de su colaborador Pacay y el de la secretaria de bancada, que les afectó la imagen de intocables contra el crimen organizado.
Por otra parte, la UNE hizo su tarea escolar: utilizar a todo vapor su maquinaria electoral de ocho años y aliarse con alcaldes, que fue lo que hizo ganar a Berger hace cuatro años. Y, sobre todo, a diferencia de la primera vuelta, esta vez el partido de Colom no metió la pata, fue a los debates, ningún diputado se le salió del corral y trabajó sin sentirse ganador.
La participación de menos de la mitad de la ciudadanía podría formalmente quitarle legitimidad al mandato de Colom, pero ahora está en sus manos utilizar la legitimidad legal y formal que tiene; puede aprender del ejemplo de Arzú, a quien eligió sólo el 18 por ciento de inscritos en segunda vuelta, pero hizo reformas profundas y firmó la paz, contra el ejemplo de Portillo, electo con 70 por ciento de los votantes en segunda vuelta.
Qué bien que Pérez Molina ha reconocido su derrota en las urnas y se haya comprometido públicamente a hacer una oposición propositiva. Necesitaremos de la fiscalización de su bancada al Gobierno y del contrapeso en el Congreso.
En fin, espero que haya ganado la opción menos mala en esta vuelta, y que desde ayer el presidente electo, Colom, haya empezado a trabajar para evitar que el país siga a un paso del despeñadero.
Un buen amigo experto en política me vaticinó, desde hace meses, que las segundas vueltas no se ganan, se pierden. El resultado de ayer es prueba de esto. Otto Pérez Molina es el principal responsable de su derrota.
Después de invertir mucho dinero y utilizar tácticas poco ortodoxas, había logrado ponerse en ventaja y estar a punto de romper el mito de ser un candidato que ganara en su primera participación. Sin embargo, una hilera de decisiones equivocadas hizo que se dejara rebasar de nuevo por el ahora presidente Colom.
Empecemos a recordarlas. La primera fue la falta de respeto a los electores, al no asistir a los foros para debatir sus ideas; claro, a excepción de Libre Encuentro, en una muestra de lo que hubiera sido su mandato o el mensaje que envió: mucha atención a la élite económica y poca atención a la ciudadanía. Y mucha “mano aguada” para enfrentarse a su adversario.
Se alió con “el diablo”, el FRG, y quedó felizmente demostrado que la influencia de los caciques del riosmontismo es ya nula en sus otrora “bastiones”, Quiché, Escuintla, Huehuetenango y San Marcos, donde Colom apaleó. También quedó en evidencia lo inútil de aliarse con los flamantes “21 de 23 secretarios departamentales de la Gana”.
Su insignia anticorrupción, Anabella de León, perdió toda credibilidad, al demostrarse un caso de corrupción en su contra con el fin de semana en Casa Santo Domingo. Y del momento de crisis no pudo salir avante. A una semana de la elección debió haber expulsado a la diputada reelecta y mostrar “carácter y decisión”. Pero no lo hizo.
El abuso de las campañas negras le reviró en los últimos 45 días, porque hastiaron a la ciudadanía y, cuando empezó a ser víctima de las campañas, esto provocó apatía y solo la mitad de capitalinos y urbanos fueron a votar. Esto impidió que tuviera más votos conservadores. Que después se hayan quejado como niños de Primera Comunión, también les quitó imagen de machitos.
Hubo otros dos factores. Se apretaron los tornillos en fiscalización y salió a luz su relación directa y formal con los capos de Izabal. En vez de rebatirla, fue reforzada con las amenazas que su partido dirigió contra los reporteros de elPeriódico Hilda Mérida y Enrique Castañeda por investigarlo.
De verdad que no entiendo cómo se les pudo subir la victoria tan rápido a la cabeza; sobre todo, porque siempre fue segundo lugar peleando duro por alcanzar al primero. Quizás se repite una tendencia del 2003, cuando la Gana supo, según sus encuestas internas, que iba detrás de la UNE y apretó. Esto pudo haber sido lo que le pasó a la UNE esta vez: vio que la rebasaban y apretó.
Otro factor, externo y deleznable, sobre el que no tuvo responsabilidad, fue el asesinato de su colaborador Pacay y el de la secretaria de bancada, que les afectó la imagen de intocables contra el crimen organizado.
Por otra parte, la UNE hizo su tarea escolar: utilizar a todo vapor su maquinaria electoral de ocho años y aliarse con alcaldes, que fue lo que hizo ganar a Berger hace cuatro años. Y, sobre todo, a diferencia de la primera vuelta, esta vez el partido de Colom no metió la pata, fue a los debates, ningún diputado se le salió del corral y trabajó sin sentirse ganador.
La participación de menos de la mitad de la ciudadanía podría formalmente quitarle legitimidad al mandato de Colom, pero ahora está en sus manos utilizar la legitimidad legal y formal que tiene; puede aprender del ejemplo de Arzú, a quien eligió sólo el 18 por ciento de inscritos en segunda vuelta, pero hizo reformas profundas y firmó la paz, contra el ejemplo de Portillo, electo con 70 por ciento de los votantes en segunda vuelta.
Qué bien que Pérez Molina ha reconocido su derrota en las urnas y se haya comprometido públicamente a hacer una oposición propositiva. Necesitaremos de la fiscalización de su bancada al Gobierno y del contrapeso en el Congreso.
En fin, espero que haya ganado la opción menos mala en esta vuelta, y que desde ayer el presidente electo, Colom, haya empezado a trabajar para evitar que el país siga a un paso del despeñadero.
lunes, 29 de octubre de 2007
Elegir entre la peste y el cólera
http://www.prensalibre.com/pl/2007/octubre/30/186389.html
“Los que no han decidido por quién votar son demasiado lúcidos, y se dan cuenta de que la oferta electoral es de muy baja calidad. Escuché decir que se escoge entre la peste y el cólera”. Edelberto Torres-Rivas, uno de los pensadores más agudos de nuestro país, resumía así el 26 de julio lo que sentimos la mayoría de guatemaltecos, a los que no nos convencen ni Pérez Molina ni Colom para liderar nuestro Estado.
Creo que Colom es una buena persona, con buenas intenciones, pero no me gusta ni su forma de hacer política ni su partido. Es más, me estalla su falta de carácter para resistir los periodicazos, me decepciona como sus “ideales socialdemócratas” se van por el caño cuando teme que esto le va a restar votos (nada de impuestos ni condones ni reformas), me decepciona que haya dejado ir a José Carlos Marroquín, me decepciona que su partido en el Congreso sea un flan, que su esposa le dispute el liderato en el partido, que su partido tenga vínculos con los militares de La Cofradía…
Pero me gustaría hacer un repaso de Pérez Molina. Cuando estuvo en Quiché, hubo al menos una masacre comprobada. El 1 de diciembre de 1982, en Sumal Chiquito, 23 campesinos fueron asesinados (REHMI). Pérez Molina fue uno de los fundadores de El Sindicato en el Ejército, un grupo que disputó el poder y cuyos miembros tienen fuertes vínculos con el crimen organizado y fueron parte de la cúpula militar en tiempos de Portillo, como él habría sido si no le hubiera vetado Ríos Montt.
Llegó a ser director de Inteligencia con Serrano en los noventa. Sabe bien no soltar una palabra más de la que debe, calcular hasta el más mínimo detalle y tener sangre fría a la hora de sacrificar posiciones o personas por objetivos, o a la inversa. A pesar de describirse como paladín del freno a Serrano, su vicepresidenciable Castillo fue de los ministros de Serrano que no renunciaron cuando pasó el autogolpe.
Fue nombrado jefe del Estado Mayor Presidencial de Ramiro de León y fungió, de facto, como un co-presidente, que pudo colocar a su gente de confianza en Gobernación y la Policía. El resultado: los niveles más altos de secuestros en la historia del país (más de mil anuales) y los niveles más altos de robo de carros.
Además de la ya conocida desaparición de Q19 millones días antes de dar el gobierno a Arzú en 1996, salió a luz en elPeriódico otra denuncia pública por la desaparición de Q18 millones en el Ejército en 2004, lo que he escuchado de funcionarios de este gobierno que fue uno de los motivos que lo enfrentó con el presidente Berger. José Alfredo Cabrera Alarcón, su mano derecha en finanzas, aparece involucrado, como en 1996. De lucha contra la corrupción no puede presumir. Tampoco Colom, que recibió dinero del corruptazo Abadío.
La cúpula de la Gana sabe que Pérez había propuesto a un narco como candidato a diputado por Izabal en 2003, hasta que Berger se lo recriminó. Él aseguró que no sabía que era narco. Por favor, todo el mundo sabe. De anti-FRG que presumió al salir del Gobierno: su PP votó por el FRG para presidir el Congreso, ahora negocia con Ríos Montt, intentó que se mantuviera Carlos de León como Fiscal General…
Eso se queda pequeño al recordar que no tiene propuestas concretas, que no le importó la ley electoral y empezó a hacer campaña anticipadamente, que fue acusado de estar detrás de los asesinatos de pilotos y su asesor Klugmann no pudo negar que sí prestaba servicios profesionales a un partido en el país. Y bajo ninguna excusa podría haber obtenido de dinero limpio los más de Q150 millones que ha gastado en campaña (Berger, con el apoyo de toda la oligarquía, gastó Q98 millones en 2003).
En el Congreso, la diputada Baldetti es muy buena para fiscalizar, pero en el oficialismo no lo podría hacer; Oliverio García tiene mucha experiencia y liderazgo, pero no es del PP, sino del ex PSN; tendrá en el gabinete a personas muy valiosas como Castillo Sinibaldi y Francisco Beltranena, aunque no comparto sus fórmulas ideológicas para sacar adelante al país. Igual creo que terminaremos viendo compra de votos y clientelismo para sacar leyes…
Colom tendría un gobierno mediocre, pero Pérez uno que profundice la violencia, las desigualdades sociales y nos aisle de la comunidad internacional. Espero equivocarme.
“Los que no han decidido por quién votar son demasiado lúcidos, y se dan cuenta de que la oferta electoral es de muy baja calidad. Escuché decir que se escoge entre la peste y el cólera”. Edelberto Torres-Rivas, uno de los pensadores más agudos de nuestro país, resumía así el 26 de julio lo que sentimos la mayoría de guatemaltecos, a los que no nos convencen ni Pérez Molina ni Colom para liderar nuestro Estado.
Creo que Colom es una buena persona, con buenas intenciones, pero no me gusta ni su forma de hacer política ni su partido. Es más, me estalla su falta de carácter para resistir los periodicazos, me decepciona como sus “ideales socialdemócratas” se van por el caño cuando teme que esto le va a restar votos (nada de impuestos ni condones ni reformas), me decepciona que haya dejado ir a José Carlos Marroquín, me decepciona que su partido en el Congreso sea un flan, que su esposa le dispute el liderato en el partido, que su partido tenga vínculos con los militares de La Cofradía…
Pero me gustaría hacer un repaso de Pérez Molina. Cuando estuvo en Quiché, hubo al menos una masacre comprobada. El 1 de diciembre de 1982, en Sumal Chiquito, 23 campesinos fueron asesinados (REHMI). Pérez Molina fue uno de los fundadores de El Sindicato en el Ejército, un grupo que disputó el poder y cuyos miembros tienen fuertes vínculos con el crimen organizado y fueron parte de la cúpula militar en tiempos de Portillo, como él habría sido si no le hubiera vetado Ríos Montt.
Llegó a ser director de Inteligencia con Serrano en los noventa. Sabe bien no soltar una palabra más de la que debe, calcular hasta el más mínimo detalle y tener sangre fría a la hora de sacrificar posiciones o personas por objetivos, o a la inversa. A pesar de describirse como paladín del freno a Serrano, su vicepresidenciable Castillo fue de los ministros de Serrano que no renunciaron cuando pasó el autogolpe.
Fue nombrado jefe del Estado Mayor Presidencial de Ramiro de León y fungió, de facto, como un co-presidente, que pudo colocar a su gente de confianza en Gobernación y la Policía. El resultado: los niveles más altos de secuestros en la historia del país (más de mil anuales) y los niveles más altos de robo de carros.
Además de la ya conocida desaparición de Q19 millones días antes de dar el gobierno a Arzú en 1996, salió a luz en elPeriódico otra denuncia pública por la desaparición de Q18 millones en el Ejército en 2004, lo que he escuchado de funcionarios de este gobierno que fue uno de los motivos que lo enfrentó con el presidente Berger. José Alfredo Cabrera Alarcón, su mano derecha en finanzas, aparece involucrado, como en 1996. De lucha contra la corrupción no puede presumir. Tampoco Colom, que recibió dinero del corruptazo Abadío.
La cúpula de la Gana sabe que Pérez había propuesto a un narco como candidato a diputado por Izabal en 2003, hasta que Berger se lo recriminó. Él aseguró que no sabía que era narco. Por favor, todo el mundo sabe. De anti-FRG que presumió al salir del Gobierno: su PP votó por el FRG para presidir el Congreso, ahora negocia con Ríos Montt, intentó que se mantuviera Carlos de León como Fiscal General…
Eso se queda pequeño al recordar que no tiene propuestas concretas, que no le importó la ley electoral y empezó a hacer campaña anticipadamente, que fue acusado de estar detrás de los asesinatos de pilotos y su asesor Klugmann no pudo negar que sí prestaba servicios profesionales a un partido en el país. Y bajo ninguna excusa podría haber obtenido de dinero limpio los más de Q150 millones que ha gastado en campaña (Berger, con el apoyo de toda la oligarquía, gastó Q98 millones en 2003).
En el Congreso, la diputada Baldetti es muy buena para fiscalizar, pero en el oficialismo no lo podría hacer; Oliverio García tiene mucha experiencia y liderazgo, pero no es del PP, sino del ex PSN; tendrá en el gabinete a personas muy valiosas como Castillo Sinibaldi y Francisco Beltranena, aunque no comparto sus fórmulas ideológicas para sacar adelante al país. Igual creo que terminaremos viendo compra de votos y clientelismo para sacar leyes…
Colom tendría un gobierno mediocre, pero Pérez uno que profundice la violencia, las desigualdades sociales y nos aisle de la comunidad internacional. Espero equivocarme.
lunes, 22 de octubre de 2007
¿Es Guatemala el problema y Centroamérica la solución?
http://www.prensalibre.com/pl/2007/octubre/23/185768.html
Creo que perdí la cuenta y no sé si son 14,321 ó 14,342 las veces que en este decenio se ha inaugurado la apertura de aduanas entre Guatemala, El Salvador, Honduras y Nicaragua. Olvidé las cantidad de firmas de acuerdos en los que pareciéramos hasta regocijarnos de la ausencia de Costa Rica.
Desde los acuerdos de Esquipulas en los 80, en los que Guatemala lideró junto a Costa Rica los esfuerzos de paz en Centroamérica, hemos olvidado esta asociación estratégica. Todas las integraciones necesitan de ejes entre los países con mayor peso económico y político: Alemania y Francia se asociaron para liderar la construcción de Europa, Brasil y Argentina lo intentan en el Sur o Tailandia e Indonesia en el Sureste asiático.
Especialmente durante los últimos 10 años, políticos, empresarios y periodistas (me incluyo entre ellos) hemos creído ciegamente que para construir Centroamérica tenemos que fortalecer el eje Guatemala-El Salvador. El avance: visa única para el CA-4, pero los CA-4 sumamos 4.5 millones de turistas al año y Costa Rica sola recibe a casi 2 millones.
Guatemala tiene que dejar de pensar en El Salvador como el aliado para la integración y voltear a ver hacia Costa Rica; sí, la “arrogante”, “separatista” y envidiable Costa Rica. Los gobiernos salvadoreños de ARENA se llenan de palabrerío, pero en la mesa los presidentes están atados y don Tony Saca siempre tiene que consultar con su CACIF cada palabra que firmará. Esto junto a sus discursos anti-guatematecos. Una asociación Guatemala-Costa Rica para la región sería tonta de rechazar para el resto.
Centroamérica necesita de su democracia “bonita” tica y de su economía grande guatemalteca (somos la novena economía latinoamericana) para construirse. Si no, es como que Alemania se hubiera enfocado en Holanda para construir Europa y obviado a Francia. Claro, seguiremos lejos de poder traducir esa economía “poderosa” en más peso político mientras nuestra carga fiscal siga siendo la más baja de América Latina –11 por ciento respecto al tamaño de la economía- y esto mantenga debilísimo al gobierno guatemalteco en su propio territorio. Esto lo sabe Costa Rica.
Guatemala tiene que ganarse de nuevo a punta de financiamiento e inteligencia el liderazgo centroamericano. Aunque tenemos que solucionar mil problemas internos, podríamos aprender de la propuesta exitosísima de José Ortega y Gasset: “España es el problema y Europa, la solución”. ¿Son quizás Guatemala, Honduras o Nicaragua el problema y Centroamérica la solución?
Claro, primero debemos convencernos nosotros de para qué queremos construir Centroamérica. Primer punto, la sinergia económica. Separados somos un fracaso económico y social, y juntas, Guatemala, Costa Rica, El Salvador, Panamá, Honduras y Nicaragua sumamos 38 millones de personas, y si agregamos a República Dominicana, 47 millones; un espacio económico que sería superado sólo por México y Brasil en América Latina. ¿Se imaginan lo que esto significaría para los productos guatemaltecos? Y unidos políticamente se escucharía cada vez que somatamos la mesa en el continente.
La identidad centroamericana es geográfica y romántica. Pero la riqueza cultural que tenemos, de latinos (no ladinos), mestizos, mayas, garífunas, caribeños y occidentales no la tiene nadie en este planeta. Construir en este pedacito del mundo un espacio de libertades, desarrollo y armonía entre culturas distintas puede ser una meta fascinante.
El secretario iberoamericano Enrique Iglesias recordaba en una reunión de intelectuales en Madrid el “ADN integracionista” de la región: “En los años 50 (con la Revolución de Octubre), Centroamérica fue la primera en plantear la integración regional en la CEPAL; en los años 80, a pesar de las brutales guerras, acudieron al espíritu regional para firmar las paces; y ahora, en este siglo, con la apertura hacia fuera (TLC con EEUU y acuerdo con la UE), tienen una nueva oportunidad para integrarse”.
Sí, estamos en un momento clave tras 10 años de paz regional y no ser más una amenaza para el mundo: podríamos, callada la boca, trabajar para unirnos y vivir mejor.
Creo que perdí la cuenta y no sé si son 14,321 ó 14,342 las veces que en este decenio se ha inaugurado la apertura de aduanas entre Guatemala, El Salvador, Honduras y Nicaragua. Olvidé las cantidad de firmas de acuerdos en los que pareciéramos hasta regocijarnos de la ausencia de Costa Rica.
Desde los acuerdos de Esquipulas en los 80, en los que Guatemala lideró junto a Costa Rica los esfuerzos de paz en Centroamérica, hemos olvidado esta asociación estratégica. Todas las integraciones necesitan de ejes entre los países con mayor peso económico y político: Alemania y Francia se asociaron para liderar la construcción de Europa, Brasil y Argentina lo intentan en el Sur o Tailandia e Indonesia en el Sureste asiático.
Especialmente durante los últimos 10 años, políticos, empresarios y periodistas (me incluyo entre ellos) hemos creído ciegamente que para construir Centroamérica tenemos que fortalecer el eje Guatemala-El Salvador. El avance: visa única para el CA-4, pero los CA-4 sumamos 4.5 millones de turistas al año y Costa Rica sola recibe a casi 2 millones.
Guatemala tiene que dejar de pensar en El Salvador como el aliado para la integración y voltear a ver hacia Costa Rica; sí, la “arrogante”, “separatista” y envidiable Costa Rica. Los gobiernos salvadoreños de ARENA se llenan de palabrerío, pero en la mesa los presidentes están atados y don Tony Saca siempre tiene que consultar con su CACIF cada palabra que firmará. Esto junto a sus discursos anti-guatematecos. Una asociación Guatemala-Costa Rica para la región sería tonta de rechazar para el resto.
Centroamérica necesita de su democracia “bonita” tica y de su economía grande guatemalteca (somos la novena economía latinoamericana) para construirse. Si no, es como que Alemania se hubiera enfocado en Holanda para construir Europa y obviado a Francia. Claro, seguiremos lejos de poder traducir esa economía “poderosa” en más peso político mientras nuestra carga fiscal siga siendo la más baja de América Latina –11 por ciento respecto al tamaño de la economía- y esto mantenga debilísimo al gobierno guatemalteco en su propio territorio. Esto lo sabe Costa Rica.
Guatemala tiene que ganarse de nuevo a punta de financiamiento e inteligencia el liderazgo centroamericano. Aunque tenemos que solucionar mil problemas internos, podríamos aprender de la propuesta exitosísima de José Ortega y Gasset: “España es el problema y Europa, la solución”. ¿Son quizás Guatemala, Honduras o Nicaragua el problema y Centroamérica la solución?
Claro, primero debemos convencernos nosotros de para qué queremos construir Centroamérica. Primer punto, la sinergia económica. Separados somos un fracaso económico y social, y juntas, Guatemala, Costa Rica, El Salvador, Panamá, Honduras y Nicaragua sumamos 38 millones de personas, y si agregamos a República Dominicana, 47 millones; un espacio económico que sería superado sólo por México y Brasil en América Latina. ¿Se imaginan lo que esto significaría para los productos guatemaltecos? Y unidos políticamente se escucharía cada vez que somatamos la mesa en el continente.
La identidad centroamericana es geográfica y romántica. Pero la riqueza cultural que tenemos, de latinos (no ladinos), mestizos, mayas, garífunas, caribeños y occidentales no la tiene nadie en este planeta. Construir en este pedacito del mundo un espacio de libertades, desarrollo y armonía entre culturas distintas puede ser una meta fascinante.
El secretario iberoamericano Enrique Iglesias recordaba en una reunión de intelectuales en Madrid el “ADN integracionista” de la región: “En los años 50 (con la Revolución de Octubre), Centroamérica fue la primera en plantear la integración regional en la CEPAL; en los años 80, a pesar de las brutales guerras, acudieron al espíritu regional para firmar las paces; y ahora, en este siglo, con la apertura hacia fuera (TLC con EEUU y acuerdo con la UE), tienen una nueva oportunidad para integrarse”.
Sí, estamos en un momento clave tras 10 años de paz regional y no ser más una amenaza para el mundo: podríamos, callada la boca, trabajar para unirnos y vivir mejor.
martes, 16 de octubre de 2007
País de derecha, y derecha inocente
http://www.prensalibre.com/pl/2007/octubre/16/185142.html
El 9 de septiembre los guatemaltecos mandamos dos mensajes al mundo y a nosotros mismos. El primero, que a pesar de los fantasmas de fraude y la violencia, Guatemala se sube al tren de democracias legítimas para sus ciudadanos. Participamos en un 60 por ciento, a pesar de que no había riesgos como el regreso de Ríos Montt (2003) o ilusiones como el retorno a la democracia (1986). La participación aún mayor de jóvenes e indígenas permite soñar que vamos en la ruta correcta, aunque por detrás del promedio latinoamericano del 70 por ciento de participación.
El otro mensaje es que somos un país de mayoría de derecha, y de derecha que no ahonda en el análisis de sus candidatos. Definamos a la derecha como la de los conservadores, los tradicionalistas, que se preocupan más por el desarrollo individual que por la igualdad, guardianes de la moral y fieles creyentes en que el país se desarrollará económicamente dando incentivos a los empresarios. Totalmente legítima y necesaria para cualquier democracia, pero que, seguramente, por sí sola nunca nos llevará al desarrollo ni a la modernidad.
Los candidatos de la derecha ideológica –PP, Gana, Casa y Unionista– lograron convencer al 51.11 por ciento de ciudadanos. Los agrupo, porque la mayoría de sus votantes tenían como primera y segunda opción a dos de estos cuatro. Lo que no me explico es cómo los dos partidos con discursos más vacíos (PP y Casa) han vencido en sus “duelos directos” a los otros con propuestas con un poco más de contenido (Gana y Unionista).
En materia económica y social, el PP no propuso nada diferente a la Gana, y ésta última contaba con mejor equipo y programa. Y creer que en el país funcionará la mano dura que no ha funcionado en ningún país democrático, es de reír o llorar. Pero, bueno, a 200 mil (seis por ciento) votantes les ha convencido más la cancioncita y la excelente campaña publicitaria que hizo el PP (multimillonaria, de fondos dudosos y anticipada a lo que decía la ley) que la de Gana.
El voto por Suger es el que más me sorprende, porque, a pesar de su radicalismo irresponsable, logró convencer a los votantes jóvenes del centro ideológico o sin ideología. De sus electores, la mayoría puso atención a que era inteligente y preparado y que querían mandar el mensaje de elegir a un candidato lejano a la política tradicional, pero ninguno recordó que fue el que menos sabía de las estadísticas del país (ni cuántos ministerios hay) o que proponía quitar el Impuesto Sobre la Renta, que representa el 24 por ciento de los ingresos fiscales del Estado.
Y nada que decir sobre utilizar partidos electoreros alquilados o la idea magnífica de unir al Ejército de Guatemala con la Policía Nacional Civil, para “salvarla”. ¿De qué? ¿De militares narcotraficantes o de militares asesinos de civiles? Porque no creo que le hubiera alcanzado con los militares profesionales que aman al país. En fin, un voto inteligente, de cliché.
Con eso no digo que el proyecto caudillista de Arzú –que copió propuestas interesantes como remesa escolar o el seguro médico nacional– sea una opción para el país, mientras no se institucionalice y abra su dirigencia a mestizos e indígenas o a mujeres y jóvenes y deje de ser exclusiva de criollos, urbanos, neoliberales y cincuentones (con alguno rescatable).
Esto no quiere decir tampoco que las opciones de centro (UNE) sean la solución, ni mucho menos. Lastimosamente no se ha logrado una opción de centroizquierda que convenza a una buena parte de los guatemaltecos. Pero de eso escribiremos otro día en Wachik’aj. Pero los electores guatemaltecos no nos hemos dado cuenta de que una democracia sin izquierda moderna o sin una derecha moderna va a ser siempre una mesa paticoja y no logrará nunca solucionar los problemas estructurales del país.
En suma, estas elecciones han refrendado que somos un país con una mayoría de derecha conservadora. Pero, más aún, de una derecha inocente políticamente, que se decanta por las opciones más vacías y peligrosas de su repertorio.
El 9 de septiembre los guatemaltecos mandamos dos mensajes al mundo y a nosotros mismos. El primero, que a pesar de los fantasmas de fraude y la violencia, Guatemala se sube al tren de democracias legítimas para sus ciudadanos. Participamos en un 60 por ciento, a pesar de que no había riesgos como el regreso de Ríos Montt (2003) o ilusiones como el retorno a la democracia (1986). La participación aún mayor de jóvenes e indígenas permite soñar que vamos en la ruta correcta, aunque por detrás del promedio latinoamericano del 70 por ciento de participación.
El otro mensaje es que somos un país de mayoría de derecha, y de derecha que no ahonda en el análisis de sus candidatos. Definamos a la derecha como la de los conservadores, los tradicionalistas, que se preocupan más por el desarrollo individual que por la igualdad, guardianes de la moral y fieles creyentes en que el país se desarrollará económicamente dando incentivos a los empresarios. Totalmente legítima y necesaria para cualquier democracia, pero que, seguramente, por sí sola nunca nos llevará al desarrollo ni a la modernidad.
Los candidatos de la derecha ideológica –PP, Gana, Casa y Unionista– lograron convencer al 51.11 por ciento de ciudadanos. Los agrupo, porque la mayoría de sus votantes tenían como primera y segunda opción a dos de estos cuatro. Lo que no me explico es cómo los dos partidos con discursos más vacíos (PP y Casa) han vencido en sus “duelos directos” a los otros con propuestas con un poco más de contenido (Gana y Unionista).
En materia económica y social, el PP no propuso nada diferente a la Gana, y ésta última contaba con mejor equipo y programa. Y creer que en el país funcionará la mano dura que no ha funcionado en ningún país democrático, es de reír o llorar. Pero, bueno, a 200 mil (seis por ciento) votantes les ha convencido más la cancioncita y la excelente campaña publicitaria que hizo el PP (multimillonaria, de fondos dudosos y anticipada a lo que decía la ley) que la de Gana.
El voto por Suger es el que más me sorprende, porque, a pesar de su radicalismo irresponsable, logró convencer a los votantes jóvenes del centro ideológico o sin ideología. De sus electores, la mayoría puso atención a que era inteligente y preparado y que querían mandar el mensaje de elegir a un candidato lejano a la política tradicional, pero ninguno recordó que fue el que menos sabía de las estadísticas del país (ni cuántos ministerios hay) o que proponía quitar el Impuesto Sobre la Renta, que representa el 24 por ciento de los ingresos fiscales del Estado.
Y nada que decir sobre utilizar partidos electoreros alquilados o la idea magnífica de unir al Ejército de Guatemala con la Policía Nacional Civil, para “salvarla”. ¿De qué? ¿De militares narcotraficantes o de militares asesinos de civiles? Porque no creo que le hubiera alcanzado con los militares profesionales que aman al país. En fin, un voto inteligente, de cliché.
Con eso no digo que el proyecto caudillista de Arzú –que copió propuestas interesantes como remesa escolar o el seguro médico nacional– sea una opción para el país, mientras no se institucionalice y abra su dirigencia a mestizos e indígenas o a mujeres y jóvenes y deje de ser exclusiva de criollos, urbanos, neoliberales y cincuentones (con alguno rescatable).
Esto no quiere decir tampoco que las opciones de centro (UNE) sean la solución, ni mucho menos. Lastimosamente no se ha logrado una opción de centroizquierda que convenza a una buena parte de los guatemaltecos. Pero de eso escribiremos otro día en Wachik’aj. Pero los electores guatemaltecos no nos hemos dado cuenta de que una democracia sin izquierda moderna o sin una derecha moderna va a ser siempre una mesa paticoja y no logrará nunca solucionar los problemas estructurales del país.
En suma, estas elecciones han refrendado que somos un país con una mayoría de derecha conservadora. Pero, más aún, de una derecha inocente políticamente, que se decanta por las opciones más vacías y peligrosas de su repertorio.
Soñar algo
http://www.prensalibre.com/pl/2007/octubre/09/184562.html
Hola. Soy Martín Rodríguez, un guatemalteco de 24 años, con muchas ganas de compartir con usted cómo veo nuestro país y nuestro continente desde esta columna. Fui periodista del grupo Política y Poderes de Prensa Libre hasta la semana pasada, tras casi siete años. Me licencié en Relaciones Internacionales, y ahora me encuentro en Madrid cursando una maestría en Estudios Latinoamericanos, con una beca de la Fundación Carolina.
En estos casi siete años he empezado a entender a Guatemala, sus premodernidades, sus sueños, sus realidades... a las que los periodistas tenemos muchos más puertas abiertas. Empecé reporteando sobre las cartas de los lectores en Línea Directa, pegué las noticias enviadas por los corresponsales desde la provincia, serví capuchinos en la Redacción, hice el trabajo invisible y menos complejo en investigaciones, y después de un par de años llegué a la sección de Política para seguir aprendiendo. Allí cubrí el Ministerio de Relaciones Exteriores, la Vicepresidencia y el Congreso desde el 2006.
Entonces descubrí, junto a una compañera, que el Programa de Apoyo Comunitario Urbano y Rural (Pacur) fue un asunto de compra de votos a cambio de obras por Q600 millones, lo que logramos demostrar y detener, y por esto recibimos el tercer lugar del Premio Latinoamericano de Periodismo Investigativo, de Transparencia Internacional.
He investigado sobre la pista de aterrizaje en el chalé de Ríos Montt, construida con maquinaria estatal; sobre cómo grandes empresas dejan de pagar impuestos disfrazadas de maquilas; sobre cómo tres diputados se fueron a París con una carta falsificada; sobre cómo querían aprobar una ley contra el crimen organizado, al reducir penas a criminales; o sobre cómo el presidente Berger quería comprar helicópteros para el Ejército a un financista, a pesar de la oposición técnica de la Fuerza Aérea.
Han sido siete años apasionantes en los que me han permitido contarles emociones como la elección entre Guatemala y Venezuela para el Consejo de Seguridad de la ONU, o intentar analizar la política nacional y entrevistar a candidatos o expertos o corruptos con las preguntas que cualquier ciudadano podría haber querido hacer.
Me ha tocado representar al país en seis becas competidas con el resto de América Latina o el mundo, en seminarios en Alemania, Estados Unidos y Gran Bretaña, donde uno deja de llamarse Martín o Rodríguez y se llama Guatemala, y tiene que demostrar por qué nuestro país vale la pena en el mundo, por qué somos únicos y tenemos magia, y por qué esta tierra ha dado hijos que son premios Nobel, inventores, poetas, científicos y trabajadores que se fajan para mantener al país a flote. Hijos que, después de tres décadas de matarnos, logramos sentarnos a la mesa y firmar los acuerdos de paz más ambiciosos del mundo.
No hubiera podido hacer nada de esto sin los que creyeron en mí antes de que escribiera mi primera línea o quienes tuvieron la paciencia para compartirme ideas o agendas, o quienes en casa me apoyaban y entusiasmaban tras mis artículos, o quienes como fuentes anónimas confiaron en mí para destapar escándalos. A todos, gracias.
Creo en un país justo, encauzado en una lucha contra el racismo. Creo en un país moderno, no sólo con Internet inalámbrico o teléfonos celulares para uno de cada dos guatemaltecos, sino moderno en el que todos los ciudadanos vean al otro como ciudadano, con obligaciones y derechos. Creo en un país que sea luz en el continente, que sea puente, que muestre cómo pueden vivir y crecer en armonía culturas diferentes.
El nombre de esta columna es Wachik’aj, que quiere decir soñar algo, en k’iche’, porque sueño con una Guatemala intercultural, sin tabús como que lo maya es sólo para los mayas o para los de extrema izquierda o para los extranjeros. Y sueño con aportar a construir la guatemalidad, que entiendo como la mezcla entre lo occidental y lo maya.
Ahora empiezo esta etapa de mi vida como columnista. Desde acá, en la moderna Madrid, ex capital de imperio, y con esta carrera y compañeros de todo el continente, espero descubrir y entender a Guatemala desde una perspectiva iberoamericana y compartirla con usted. Salú, por la vida.
Hola. Soy Martín Rodríguez, un guatemalteco de 24 años, con muchas ganas de compartir con usted cómo veo nuestro país y nuestro continente desde esta columna. Fui periodista del grupo Política y Poderes de Prensa Libre hasta la semana pasada, tras casi siete años. Me licencié en Relaciones Internacionales, y ahora me encuentro en Madrid cursando una maestría en Estudios Latinoamericanos, con una beca de la Fundación Carolina.
En estos casi siete años he empezado a entender a Guatemala, sus premodernidades, sus sueños, sus realidades... a las que los periodistas tenemos muchos más puertas abiertas. Empecé reporteando sobre las cartas de los lectores en Línea Directa, pegué las noticias enviadas por los corresponsales desde la provincia, serví capuchinos en la Redacción, hice el trabajo invisible y menos complejo en investigaciones, y después de un par de años llegué a la sección de Política para seguir aprendiendo. Allí cubrí el Ministerio de Relaciones Exteriores, la Vicepresidencia y el Congreso desde el 2006.
Entonces descubrí, junto a una compañera, que el Programa de Apoyo Comunitario Urbano y Rural (Pacur) fue un asunto de compra de votos a cambio de obras por Q600 millones, lo que logramos demostrar y detener, y por esto recibimos el tercer lugar del Premio Latinoamericano de Periodismo Investigativo, de Transparencia Internacional.
He investigado sobre la pista de aterrizaje en el chalé de Ríos Montt, construida con maquinaria estatal; sobre cómo grandes empresas dejan de pagar impuestos disfrazadas de maquilas; sobre cómo tres diputados se fueron a París con una carta falsificada; sobre cómo querían aprobar una ley contra el crimen organizado, al reducir penas a criminales; o sobre cómo el presidente Berger quería comprar helicópteros para el Ejército a un financista, a pesar de la oposición técnica de la Fuerza Aérea.
Han sido siete años apasionantes en los que me han permitido contarles emociones como la elección entre Guatemala y Venezuela para el Consejo de Seguridad de la ONU, o intentar analizar la política nacional y entrevistar a candidatos o expertos o corruptos con las preguntas que cualquier ciudadano podría haber querido hacer.
Me ha tocado representar al país en seis becas competidas con el resto de América Latina o el mundo, en seminarios en Alemania, Estados Unidos y Gran Bretaña, donde uno deja de llamarse Martín o Rodríguez y se llama Guatemala, y tiene que demostrar por qué nuestro país vale la pena en el mundo, por qué somos únicos y tenemos magia, y por qué esta tierra ha dado hijos que son premios Nobel, inventores, poetas, científicos y trabajadores que se fajan para mantener al país a flote. Hijos que, después de tres décadas de matarnos, logramos sentarnos a la mesa y firmar los acuerdos de paz más ambiciosos del mundo.
No hubiera podido hacer nada de esto sin los que creyeron en mí antes de que escribiera mi primera línea o quienes tuvieron la paciencia para compartirme ideas o agendas, o quienes en casa me apoyaban y entusiasmaban tras mis artículos, o quienes como fuentes anónimas confiaron en mí para destapar escándalos. A todos, gracias.
Creo en un país justo, encauzado en una lucha contra el racismo. Creo en un país moderno, no sólo con Internet inalámbrico o teléfonos celulares para uno de cada dos guatemaltecos, sino moderno en el que todos los ciudadanos vean al otro como ciudadano, con obligaciones y derechos. Creo en un país que sea luz en el continente, que sea puente, que muestre cómo pueden vivir y crecer en armonía culturas diferentes.
El nombre de esta columna es Wachik’aj, que quiere decir soñar algo, en k’iche’, porque sueño con una Guatemala intercultural, sin tabús como que lo maya es sólo para los mayas o para los de extrema izquierda o para los extranjeros. Y sueño con aportar a construir la guatemalidad, que entiendo como la mezcla entre lo occidental y lo maya.
Ahora empiezo esta etapa de mi vida como columnista. Desde acá, en la moderna Madrid, ex capital de imperio, y con esta carrera y compañeros de todo el continente, espero descubrir y entender a Guatemala desde una perspectiva iberoamericana y compartirla con usted. Salú, por la vida.
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